Hace un par de meses,
quizá menos, recibí un mail en el que se me invitaba a colaborar en
una revista de crítica literaria de nueva creación. La lista de
nombres de posibles colaboradores que incluía estaba llena de stars,
algún/a superstar, un par de supernovas, una pandilla de gamberros
estudiosos de la cosa literaria y el intruso necesario en toda lista
así que era yo. Intuían o sabían los emisores de aquel mail algo
de mí mismo que yo desconocía. Dudé un par de días que entretuve
con el habitual cachondeo, a cuyo término decidí aceptar y así se
lo comuniqué a los organizadores de la revista.
Había un problema, al
menos para mi forma, no ya de ver las cosas, sino de escribirlas: la
extensión de las críticas debía estar entre las 250 y las 330
palabras. Pocas para según que obras, muchas para tantas otras...
Los mails acerca de detalles de lanzamiento, diseño, línea crítica,
composición del staff colaborador, etc. se sucedieron. Y en un
momento dado fueron solicitadas las críticas en sí: el fundamento
de toda revista literaria, anuncios aparte. Pero ¿sobre qué
escribir?
Estuve dándole vueltas
otro par de días, mientras conducía, leía o hacía como que hacía
deporte. Pensé en libros viejos o viejísimos, descatalogados, o
pirateados y disponibles e internet. Imaginé críticas de una
brevedad absoluta y ejemplar. Iba escribiéndolas mentalmente, como
suele ser la costumbre. Entretanto recibí la noticia de que ya había
tres críticas para el día del lanzamiento y faltaba una, sólo una,
para cuadrar el número deseado por los promotores de la nueva
publicación. Entonces me decidí y envié dos propuestas de las que,
con corrección, decoro y amabilidad, me fue señalada una,
indicándoseme, además, un excepcionalmente generoso plazo de
entrega de mi breve texto.
Y me fui a París. Viaje
que quizá un día cuente, a trozos, o quizá no. La acción del
título elegido transcurre en aquella ciudad, la más literaria
del mundo. Se trata de una novela de amor escrita por una mujer
que me fue amablemente enviada por la editorial que recientemente la
ha dado a conocer en castellano. En la novela hay amor, sexo,
alcohol, lujo, pobreza, desesperación y literatura, mucha literatura
además de París, mucho París. En mi viaje a París, acaso ya
apremiado por la cercanía del plazo límite de entrega de mi breve
texto, me acordé bastante de aquella novela cuyas páginas revivía
en parte paseando por los lugares en ella retratados. Las novelas,
como las ciudades, son susceptibles de revisitarse, tanto literal
como mentalmente. Sólo he estado tres veces en París, pero muchas
más si se cuentan las visitas literarias, esos viajes mentales.
Ayer abrió por fin la
revista su persiana con las cuatro breves críticas anunciadas en
petit (o grand) comité. Una de ellas es de mi
puño y teclas. Pero, en lugar de copiarla aquí abajo, prefiero
poner un enlace para contribuir a su difusión. Mucho me temo que lo
vale: http://revista330ml.blogspot.com/
P.S.: Mientras escribía
estas líneas de arriba, recibo un encantador mail de 4 amigas que
dice así:
Amigo Amores:
Somos 4 amigas de
Barcelona que hemos abierto un blog que quiere ser un observatorio
del mundo editorial en castellano. […] Defendemos los buenos
libros y las editoriales de verdad, es decir, defendemos el LIBRO.
[…]
Ahí va nuestro
enlace: http://patrulladesalvacion.wordpress.com/
Un beso muy fuerte.
La sargento Margaret.
Todavía no hay Señora a
la que haya dicho no, o dado la callada por respuesta.
1 comentario:
Pensaba que era una buena noticia, de rigor, hasta que he visto que Luna de Miguel también participa.
Por favor...
Publicar un comentario