21 dic 2010

Festival Gual


Cuando encuentro una obra en la que su autor ha plasmado aquello que le ha parecido sin tener in mente un determinado grupo o nicho de lectores sólo puedo quitarme el sombrero, porque ese autor, además de ser verdaderamente libre, confía en la inteligencia de quienes van a leer su obra, y no hay mejor reconocimiento por parte de un escritor hacia sus lectores que esa confianza casi ciega en ellos. Hablo de Óscar Gual, uno de esos raros narradores delante de cuyas obras uno ha de quitárselo, el sombrero. Uno de esos narradores difícil de encontrar aun en catálogos multidisciplinares y por ello poco comunes. Gual escribe ficciones imposibles, como esos anuncios que aparecían en aquellas revistas semipulp de nuestra infancia y cuyo único objetivo era cambiar ilusión por algo de calderilla y unas semanas de espera. Aunque en su caso, en ese cambio quien sale perdiendo es él, porque a cambio de esas monedas entrega verdadero arte y no sucedáneos ni facsímiles. Además, y para común regocijo, dice pasarse la vida tecleando incluso sin teclado bajo sus dedos. Si no me creéis, leedlo y comprobadlo por vosotros mismos. Todos tenemos montones de manías, al menos todos los vivos vivos. Por suerte, Gual está vivo vivo y tiene un puñado de excelentes fijaciones que son carne de escritura de cinco estrellas.

Os cuento: me quedan veintiséis páginas para terminar la lectura de Fabulosos monos marinos, el último libro de Óscar Gual, y he parado para escribir esto —que aviso será un texto nada ortodoxo y contrario a las más elementales normas publicitarias, por si queréis ir dejándolo tras este párrafo y no perder el tiempo en su lectura íntegra—. Antes leí Cut and Roll, su anterior novela, y quienes dicen que no es necesario leer la primera para comprender la segunda no andan descaminados, no, pero yo recomiendo mantener el orden de las dos obras publicadas por Gual. Primero Cut and Roll y después Fabulosos monos marinos. Y mejor si las lecturas son seguidas, una detrás de otra. ¿Por qué? Principalmente por dos razones (y luego doy más a quien pueda interesar): 1) porque las alternativas literarias son escasas, y las de Gual están en el Top Twenty-two de las maníacas, perdón, magníficas listas de lecturas que llevo ponderando por escrito en estos meses; y 2) porque os lo pasaréis en grande, literaria y lúdicamente hablando, lo que es mucho pedirle a un único autor, incluso si sólo ha publicado dos veces. [Opción A: dejar de leer esto y leer a Óscar Gual]

[Opción B: leer más sobre las novelas de Óscar Gual antes de leer las novelas de Óscar Gual] Por lo que veo todavía seguís aquí tres o cuatro. Bien, ya me encargaré de que abandonéis antes de llegar al final. Soy más fuerte que vosotros, y vuestra paciencia es inversamente proporcional a mi capacidad para insertar excentricidades entre las líneas de una crítica literaria. A Óscar Gual le gusta el heavy metal, si no no se explica la temática de las novelas que escribe. En Cut and Roll el protagonista se dedica a reconfigurar la fisionomía de los clientes de su jefa, un ser demoníaco con quien aquéllos pactaron para alcanzar determinados objetivos artísticos o de notoriedad. Un pie a cambio de ser la modelo number one, el cuero cabelludo por convertirse en un dj de la leche, ambos brazos por perfeccionar el método interpretativo más revolucionario de la historia teatral. Una trama ingeniosa centrada, por una vez, en quienes reclaman el cumplimiento de un contrato y no en los firmantes. En quienes cobran deudas a los contratantes o los abajo firmantes. Por el ambiente creado en la novela, al principio me venía a la mente el Señor Lobo, de Pulp Fiction, ya sabéis, ese que solucionaba “problemas”. Pero pronto se me fue de la cabeza, no entiendo cómo me he acordado ni por qué lo escribo aquí ahora. No importa, ya lo utilizaré más adelante. Quedaos con que el tipo recauda trozos de cuerpos por el famoso método del corte (Cut) y que le gusta el rock (and Roll). Además es informático, y el autor —que también lo es— ha introducido trozos de scripts narrativos para redondear el estilo.

Después vino Fabulosos monos marinos. Si en Cut and roll el escritor despedaza seres humanos, ciudades y hasta las rancias concepciones artísticas pasto de las mass e incluso mid-cults, en la siguiente es la propia concepción de temática, personaje, escenario y mundo quienes son rociados con gasolina. El proceso de su lectura es como asistir al lento ritual de sacar un cigarrillo, un Zippo, prender la llama, encender la brasa, dar una primera calada, expulsar el humo y, tras soltar una carcajada escalofriante, lanzar el mechero hacia las páginas.

Recapitulemos: Tarantino, heavy metal, sangre, demonios, javascript, arte, destrucción de: Cut and Roll; Fabulosos monos marinos. ¿Pueden hacerse novelas con estos ingredientes? Falta el estilo fundamental, sí. He leído alguna crítica tonta que dice que Óscar Gual plagia el de Chuck Palahniuk. Quienes hayan absorbido todo Palahniuk no habrán caído en que su forma de escribir la había patentado a su nombre. Los de la penúltima frase parecen afirmar que si a alguien se le ocurre redactar la mayor parte de su relato en presente de indicativo, con frases cortas e intercalando puntos entre sintagmas está plagiando o parodiando al admirador declarado de Amy Hempel. Que si además escribe imágenes crudas y no se corta un pelo en introducir descuartizamiento y alguna evisceración en sus párrafos, es un discípulo del discípulo de Tom Spanbauer. Y ya puestos, pero sin el ánimo de una inservible exhaustividad, si supieran abrir algo más el campo, dirían que si ese autor intercala en su desarrollo críticas y biografías de grupos musicales está copiando la idea de... Bret Easton Ellis en American Psycho, ¡bingo! Gran descubrimiento: autores que parece que se inspiran en otros autores por el mero hecho de utilizar determinados ritmos narrativos (sintaxis, verbos). El único escritor contemporáneo claramente homenajeado en la narrativa de Óscar Gual es Robert Juan-Cantavella vía su creación punkjournalista Trevor Escargot; vía el inserto paródico que narra una experiencia de inmersión cultural de las del antropólogo polaco Bronisłav K. Malinowski; y vía la inclusión de otro punto de vista de una determinada y magnífica escena de su novela El Dorado (ésta también es conveniente leerla junto con Cut and Roll y Fabulosos monos marinos y os diré por qué con un ejemplo: ¿qué es mejor, comer un plato de jamón de pata negra a palo seco, o un plato de jamón de pata negra con una botella de Pesquera y unos taquitos de queso de Zamora —un método como cualquier otro para colocarse—?; vosotros mismos).

Venga, abandonad ya y no perdáis más tiempo sin leer a Gual y a su aportado compañero Juan-Cantavella. [Opción C: Exit and Read]


[Opción D: continuar asistiendo a este pastiche antes de leer las recomendaciones literarias anteriores] Vamos quedando menos. Vosotros dos y yo, que aún tengo pendientes esas veintiséis páginas finales. Aunque antes he de haceros una pregunta importante:

¿Os gusta el heavy metal?

La historia de los grupos musicales puros y no prefabricados por las discográficas o el dinero de papá es, en general, fascinante. Gual se extiende sobre algunas de ellas con el detalle y sentido de la oportunidad de un maestro. No al modo del citado Bret Easton Ellis (magnífico también), que aislaba las de determinados discos de Génesis, Pink Floyd y otros artistas más en capítulos estancos. Óscar Gual prefiere colocarlas dentro de la narración principal, como si ésta fuese una chupa de cuero que decorara y autentificara con las historias de Black Sabbath, Judas Priest, Kyuss y Metallica. Biografías grupales perfectamente narradas por las que, estoy seguro, los literatos puros habrán pasado de puntillas, al igual que en el caso de las referencias al Black Metal en la última narración de Javier Calvo.

Hay lectores a quienes nos pirran leer esas biografías. El suicida Zweig conocía esta histórica debilidad humana y obtuvo su cuota de éxito mediante la actividad de contar vidas ajenas (con unos objetivos y estilo que, no sin razón, horrorizaban a su compatriota Canetti). Ahora, cuando la blanda wikipedia ha barrido al Who is who, extrañamos autores que, sin aquellos tintes melodramáticos, enriquezcan sus ficciones con miradas estimulantes a vidas verdaderamente vividas. Queremos más, y queremos que nos sean contadas como lo hace Gual: existencias reales como recurso narrativo anexo a la actividad principal, la literaria, sin menoscabo ni sacrificio de ésta. Y de nuevo en tal terreno Óscar Gual es un genio. El día de mañana, si un recaudador llamado Joel no me corta las manos, yo quisiera escribir su biografía, plagiando su estilo. [Opción E: ésta ha sido rápida: date prisa, la librería aún no ha cerrado]

[Opción F: tu cabeza es de mármol y le das al pegamento a falta de verdadera droga dura..., pues toma candela] La fidelidad a la pureza en la era del mestizaje es una de las manifestaciones de la inopia. Ese tipo de monogamia cultural caducó y las estanterías de género derraman una peste inconcebible. Porque las formas artísticas evolucionaron hacia una suerte de hibridación sin vuelta atrás, sin ctrl+z ni operaciones cosméticas que rehabiliten sus raíces fundacionales. Quienes advirtieron y celebraron la tendencia supieron convertir sus propias obras en ese arte bastardo mal clasificado como inclasificable. Ya no se es más, por citar ejemplos, autor de novela negra o de ciencia ficción o de ensayo. Se es autor. Y el arte es únicamente calificable como bueno o malo. Afiliarlo a un determinado género por vía de su temática —o su forma— es práctica trasnochada que sólo pudiera ser válida para consumidores, no para lectores o, como acaso sería mejor decir, espectadores.

Sí, hay historias escritas que, más que lectores, demandan asistentes, auditorio, público. Una es Cut and Roll, otra Fabulosos monos marinos. El lector no lee estos libros, asiste a su representación. En esta representación hay concursos televisivos, torturas, juicios, escenas carcelarias, escenas detectivescas, trazas de amor, robos, escenas eróticas, tecnoficción, asesinatos, política, motines, música, entrevistas, filosofía, performances bioartísticas, antropología, teatro, socioficción, extinciones masivas: li-te-ra-tu-ra en grado superlativo a la que se asiste sin la ácida sensación de no pertenecer a un reducido grupo falsamente high-cult ni a una vergonzante y masificada versión beta del Homo erectus. Mentes inteligentes. Pero sobre todo mentes abiertas y festivas. Mentes inclasificables. [End Sub]


[Out of memory] Cuando hice la lista de las lecturas que más había disfrutado en 2010, sabía que corría el riesgo de precipitarme. No: me precipité a sabiendas, buscando un efecto de redondeo que una vez le vi hacer a otro lector empedernido que llamaré Viejo Crítico. Había leído Cut and Roll pero no Fabulosos monos marinos, y hojeando éste me había dado cuenta de que era una especie de secreción evolucionada de aquél. Una refinada vuelta de tuerca. Por eso preferí no incluir ninguna de las dos obras, aunque sí dije en otro texto que Gual me parecía uno de los veintidós mejores jóvenes narradores en español. Por eso hago coincidir ahora ambos guarismos, el de las veintiuna obras más disfrutadas del año y el de los veintidós mejores narradores en español, añadiendo al primero un doble volumen imprescindible: C&R y FMM. Como un doble CD grabado en directo y adquirido tal que un bootleg en el mercado negro cultural.

La literatura de Óscar Gual ha puesto el broche del año literario para mí. Con esto ya estoy colocado hasta las cejas. [Merry Christmas]

[Post scriptum construido por el Viejo Método del reciclaje de párrafos desechados]

1. Como decía Arthur Schopenhauer, toda música «hay que escucharla dos veces», para poder apreciar su valor más allá de su mera apariencia estética. Me temo que Óscar Gual y yo hemos pervertido dicha norma respecto de determinadas músicas, respecto de determinadas literaturas. Me temo que la reincidencia con las obras de este escritor vaya en un futuro más allá de aquel escueto par.

2. Absurdo continuar manteniendo un zoológico de formatos artísticos lleno de jaulas abiertas y vacías. Ya no cabe hablar de novelas, ni de relatos, ni por supuesto de géneros. Es pertinente convenir literatura, representación, escritura sin más ornamentos artificiales ni taxonomías que la binaria y simple buena/mala. Y ésta puede y debe expandirse vertical y horizontalmente, y no limitarse al plano tridimensional del formato y el género.

3. Ni Cut and Roll es una novela de detectives, ni Fabulosos monos marinos es un libro de relatos interconectados entre sí por medio de ingeniosos y/o caprichosos mecanismos literarios. Ambos títulos encierran un ejercicio de performances —literaria, musical, identitaria, biológica, filosófica, psicológica, informática— barajadas en un cúmulo de poses —detectivesca, punk, ensayística, periodística, televisiva— que devienen dos grandes capítulos de la historia literaria de nuestro arruinado país.

4. La expresión eres un artista implica el mismo nivel de reconocimiento que eres un monstruo o eres la polla. El lenguaje experimenta una evolución más allá de su sentido estético, más allá de una mera adaptación del reconocimiento formal a la jerga suburbial. Dependiendo del contexto, el autor es transformado por el espectador en virtuoso, en prodigio o en falo, ya sea por por un acto o una creación suya. Dependiendo de la obra, ese autor pasa de ser mero artista a convertirse en agón, y los espectadores de su obra en sucesivos agonístes celebradores de su arte y, por ello, cómplices del mismo.

5. He terminado de leer Posdata, aquellas páginas finales. He terminado de leer Fabulosos monos marinos.



18 dic 2010

Regalo de Navidad para escritores en blanco


1). Un hombre entra en un restaurante haute cuisine de Olot, Girona, y descerraja dos tiros de escopeta contra sendos tipos sentados en él. Seguidamente coge su coche y se acerca hasta la entrada de una sucursal de una Caja de Ahorros y se carga mediante el mismo método a dos de sus empleados. Después sale a la calle y se entrega a una pareja de policías municipales que casualmente estaban poniéndole una multa de tráfico por aparcar en doble fila. Idea: desarrollar dándole algo de marcha dramática; quizá comenzar con un estilo Chiburg en film® Cohen basado en obra® MacCarthy.

2). Llegada de los medios. Interrogatorio informal a gente que pasa por allí. Conexión En Directo. Primeras especulaciones: a) el tipo se llama P.P., vecino de la localidad, albañil, ha sido despedido por sus primeras víctimas, padre e hijo, jefes suyos en la empresa constructora en la que trabajaba hasta ayer, como finiquito le dieron un cheque sin fondos, lo supo cuando fue a cobrarlo a la Caja de Ahorros donde remató la sangrienta faena; b) el tipo se llama P.P., es padre de n churumbeles, le van a embargar el piso, su mujer no trabaja, la crisis hace estragos, esto se veía venir, el otro día un tipo se tiró a un río, se colgó en su garaje, se pegó un tiro en la boca, se arrojó a las vías del tren, se tomó varios frascos de pastillas para la tos, se estrelló con el coche a 250 km/h, qué coño le pasa a Zapatero que no dimite ya.

3). Cena con amigos. Tema de conversación: versión de los hechos relatados en 1). Cuál es la diferencia entre revanchismo y venganza. Cuál es la diferencia entre tomarse la justicia por propia mano y la justicia democráticamente instituida. Quién era Lynch; Charles Lynch, no David Lynch. Se habla de la violencia. Qué justifica una muerte. Hipótesis: a) tu hija de quince años muere a causa de la ingestión de una potente droga de diseño experimental, tu mujer se ahorca y en el charco de meados bajo el cadáver oscilante encuentras una nota, su última nota, en la que te culpa a ti, nada más que a ti, de lo sucedido con vuestra, se me había olvidado decirlo, única hija (cf. Fabulosos monos marinos, Óscar Gual, DVD Ediciones, 2010): a.1.) no tienes cultura; a.1.1.) vas a misa; a.1.2.) pasas de cultos; a.2.) eres un intelectual de la leche; a.2.1.) eres imbécil; a.2.2.) eres un crack del pensamiento; b) eres despedido de tu trabajo con cachondeo y alevosía y te dan un cheque como pago del finiquito, vas a la Caja de Ahorros emisora del cheque que, casualmente, es la que amenaza con embargarte el piso por no pagar las cuotas de la hipoteca, te dicen que el cheque no tiene fondos, pides que por favor vuelvan a comprobarlo, has visto películas en las que los ordenadores se equivocan, se ríen de ti en la Caja de Ahorros, te recuerdan que les debes dinero, te recuerdan que el piso que habitas no es tuyo, te recuerdan que si no pagas la deuda dentro de poco irán unos hombres a echaros a ti y a los tuyos a la puta calle, sales de allí sin dinero, sin trabajo y doblemente humillado, te vas a casa, no duermes en toda la noche: b.1.) no tienes cultura; b.1.1.) vas a misa; b.1.2.) pasas de cultos; b.2.) eres un intelectual de la leche; b.2.1.) eres imbécil; b.2.2.) eres un crack del pensamiento. En la conversación alguien sale perdiendo, es humillado y se va a casa. No duerme en toda la noche.

4). Nuevas noticias sobre el caso. El tipo vivía solo con su padre. Llevaba veinte años trabajando en la misma empresa. Hacía meses que no cobraba la nómina. El día anterior lo habían despedido y como finiquito le entregaron un cheque sin fondos. Fue a cobrarlo a la Caja de Ahorros, donde resulta que no tiene hipoteca contratada sino tan sólo una tarjeta de crédito en cuyos pagos está al día. Pero el cheque no tenía fondos. Un vecino dice que el tipo era raro. Lo dice en pasado, era. También dice que le recordaba a Rambo. Otro vecino, puede que el mismo, dice que P.P. llevaba semanas diciendo que se iba a cargar a alguien. La pareja de policías municipales que lo detuvo tras asesinar a los dos empleados de la Caja de Ahorros tuvo que reducirlo a la fuerza, no estaban multando su coche mal aparcado. De hecho se escapó un quinto disparo. Imágenes del disparo fallido. El restaurante ni es restaurante ni haute cuisine, en realidad se trata de un bar de desayunos y menús baratos. La Caja de Ahorros no es en puridad una Entidad Financiera, sino un establecimiento bancario perteneciente a una red de establecimientos bancarios propiedad de una entidad española con unos problemas financieros del carajo. La empresa propiedad de la familia asesinada ni era empresa ni nada, sólo un chiringuito familiar con muchos, muchos problemas económicos. El Ayuntamiento decreta un día de luto. También un minuto de silencio. También condena los sucesos.

5). Análisis de la película Rambo, primera parte. John llega al pueblo y es extrañado, despreciado, vilipendiado y expulsado. Ver la película de nuevo, si hay ganas. No me acuerdo, la última vez que la vi fue hace veintitrés años.

6). Viernes por la tarde noche en el bar de la esquina. Los amigos de la cena del miércoles. Primeras cervezas y platitos de cacahuetes. El otro día nos pasamos, sí. El tipo en realidad va de patchwork cyborgiano de Charles Bronson y los hermanos Izquierdo de Puerto Hurraco, con un punto al primer Rambo, John. Quiá, son cosas de pueblo, tío, yo conozco a uno que mató a su hermano con unas tijeras, clavándoselas en la yugular y después se entregó en el cuartelillo. Orejas arrancadas a mordiscos. Trabucazos en la espalda. Vecinos cosidos a navajazos. Batallas campales entre bandas tribales y rivales. El que no durmió saca a colación el término violencia sistémica (cf. Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Slavoj Žižek, Paidós, 2009). Más cervezas, algún copazo. Por qué se termina deseando la muerte del otro. Se desecha la cosificación psicológica. Se analizan, copazo, las causas, cerveza, que causan el, cacahuetes, odio. El que no durmió y un día leyó a Žižek dice que de poder uno tomarse la justicia por su mano, lo que debería es intentar causar el mismo daño y sufrimiento y humillación que el otro nos causó, ni más, ni menos. Se echa mano de la Ley del Talión y el que un día leyó a, copazo, Žižek matiza lex talionis aunque, malditas lenguas muertas, no se le entiende. Si un camello mata a tu hija de quince años, matas a su hija de más/menos quince años. Si te despiden del trabajo, no aceptas un cheque como pago del finiquito sino que exiges una transferencia. Y si no hay más huevos que, cerveza, aceptar el cheque, lo ingresas en tu banco, no vas a cobrarlo en mano. No te pones en situación de. No posees escopetas de caza. No tienes deudas impagadas. No pides hipotecas absurdas sobre propiedades aún más absurdas. No aguantas meses sin cobrar. No, copazo, eres, cerveza, tú. Copazo. No eres nadie. Todo el mundo a casa. Copazo ya en casa. Segunda noche sin dormir.


7). Análisis de la película Rambo, segunda parte. John vuelve al pueblo, creo. La lía parda. ¿Algo de un cheque de la Caja de Ahorros de Wichita? Termina bien/mal.

8). Sábado por la noche. El tipo que no ha dormido ni el miércoles ni anoche está sentado en el salón de su casa viendo La Noria. Jordi González presentando el debate nocturno, a su izquierda María Antonia Iglesias, Enric Sopena y Pilar Rahola, a su derecha Isabel Durán, Alfonso Rojo y Pocoyó. Debaten sobre el Crimen de Olot. La izquierda mantiene su repulsa contra la aberración cometida. La derecha matiza las implicaciones económicas del suceso, la crisis de valores, el desgobierno del país, el bochornoso espectáculo mundial de una nación empobrecida y desquiciada que teme que Moody's la encuadre dentro de los países del Tercer Mundo, con quienes limitaría si no fuésemos tan permisivos con nuestros vecinos del Sur. El telespectador en su casa, en batín, muerto de sueño pero con la sangre hirviente (cf. diccionario María Moliner) de sustancias químicas naturalmente segregadas por su Estado de Cabreo, teclea en su teléfono móvil un SMS citando a Žižek y mal mentando a la familia de sus, cervezas, amigotes contertulios. El debate arde, el SMS no aparece en pantalla. Coste 1,74 € + IVA. Nuevo SMS al 5559 mientras van rodando los de otros televidentes: Mari te kiero con lokura, ponélo porfa; esto es una vergüenza, Zapatero dimisión YA; felises fiesta a todos los que haseis este marabilloso pograma que me alegra el corason. Pero el del telespectador que un día leyó a Žižek no aparece y, harto o hasta las narices, envía el mensaje salvaje a todos los amigos que las dos pasadas noches no hicieron caso de sus tesis, se rieron de él, lo tomaron por gilipollas. Debate más encendido aún. A Pocoyó le va a dar algo. Cruce de SMS insultantes: eso no me lo dices a la cara; cómo que no, cuando quieras y donde quieras; me cago en todo, ahora mismo voy a tu casa y te descerrajo dos tiros; aquí te espero metiéndole mano a tu mujer, cacho cabrón, mariconazo.

9). Reconstrucción de los hechos de Olot bajo el punto de vista de P.P. Narración en primera persona. Modelo a seguir: Yo Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi hermano... (cf. Michel Foucault, Tusquets, 2001, págs 73-137).

10). Fin.

Consejos de estilo y desarrollo: frases cortas para la acción, largas y morosas para las explicaciones ambientales y los análisis espectaculares. Diálogos certeros, sin relleno, con uso de guiones en las conversaciones de 3) y 6). El resto de conversaciones pueden ir entrecomilladas o abusando de las comas y las distintas formas verbales de los verbos decir, responder, asegurar y enfatizar. Predominio del tiempo presente, incluso en los análisis de 5) y 7). 9) en párrafo único. Extensión aproximada: 200 páginas, 90 en OpenOffice con fuente Times New Roman, cuerpo 12.

Si alguien la desarrolla basándose en esto, que me cite en Agradecimientos (ver licencia Creative Commons; excepción en este caso: permitida la reproducción con fines económicos).

17 dic 2010

A Christmas Carol


El pasado miércoles asistí a una conferencia que los profesores Francisco Fernández Buey y Eloy Fernández Porta ofrecieron en el Aula Magna de la Facultad de Económicas de la Universidad de Málaga. Paco y Eloy son padre e hijo. El título de la jam era El amor en tiempos de crisis.

Yo dejé de estudiar en aquella facultad hace diecinueve años. Entre otras cosas porque me dieron el título y ya no había mucho más que hacer por aquellos pasillos. Pero nunca asistí a clases en ese aula de tan pomposo nombre y pésima acústica donde posiblemente quepan doscientas y aun trescientas personas. El pasado miércoles habría unas treinta y el Decano, que presentó a los ponentes, se cabreó bastante. Sólo puedo decir que el mail avisándome del acto me lo envió el propio Eloy, aunque Juan Francisco Ferré y yo ya habíamos quedado, una semana antes, en asistir.

La doble conferencia y el posterior debate fue magnífico, qué duda cabe. Pero fuimos muy pocos quienes pudimos valorarlo y sólo cabe concluir que el pensamiento importa una mierda en este país y que quienes se encargan de difundir los avisos de los actos tienen de comunicación la misma idea que yo del lenguaje de los delfines. Aunque, todo sea dicho, hay que reconocerles un entusiasmo encomiable.

Después tuvimos una breve cena y no hicimos fotos.

Hablaron de poesía, cine y novela. Hablamos de violencia y de revanchismo y venganza, conceptos diferentes entre sí, y de justicia. A Eloy le conté que estaba escribiendo un artículo-manifiesto que versionaba el famoso La sociedad industrial y su futuro de Theodore Kaczinsky, más conocido como Unabomber. Ese artículo-manifiesto debía ir inserto en medio de un texto de temática navideña que utilizaría a Mr. Scrooge como personaje pivote. Pero como me ha sucedido ya con otros dos temas anunciados en la sección Próximamente, el asunto se me ha ido de las manos y está creciendo hasta unas dimensiones que hacen inviable su publicación en este formato. Sigo escribiéndolos, pues, con el convencimiento de su interés y pertinencia, y ya buscaré la forma de hacéroslos llegar a quienes al menos tengáis la curiosidad de conocer los textos íntegros.

Os anticipo sin embargo las ideas fundamentales de dos de ellos. Uno, el anunciado Post-Idea, inc., traza las líneas generales para la construcción de un sistema de lectura on/off-line dedicado exclusivamente a literatura marginal. Es decir, a Literatura. He hecho partícipes de la idea a dos famosos escritores, ambos también críticos literarios, y he recibido un feed-back positivo y posturas que se diferencian en matices que, pienso, no son insalvables. También lo he hablado con un editor y con un periodista. Ambos han mostrado receptividad y deseo de participación si el asunto llegara a mayores, algo que desconozco en estos momentos. Como ellos sabrán reconocerse en estas menciones, les agradezco por esta vía los comentarios y el apoyo recibidos.

Otro texto es el comentado por encima con Fernández Porta. En él desgrano, utilizando un discurso basado en la ficción, mi visión del panorama actual de la difusión literaria y los vectores de escape que creo podrían asumirse para tratar de detener la hemorragia cultural que sufre nuestra sociedad en estos momentos. Releo lo ahí escrito y me da la impresión de estar ante un sampler del Fish de John Christensen, Stephen Lundin y Harry Paul, Padres e hijos de Ivan Turgueniev, Mason y Dixon de Thomas Pynchon y El desayuno de los campeones de Kurt Vonnegut. Lo que no hace más que motivarme a continuar y acabar lo emprendido.

Pero el motivo principal de esta entrada, y por eso la he titulado de la forma que aparece ahí arriba, es desearos unas todo lo felices fiestas que podáis conseguir y/o soportar. Y aprovecho para haceros dos recomendaciones rápidas que en dos o tres días os comentaré en extenso: 1) comprad para leer estas navidades Cut and roll, de Óscar Gual; 2) comprad para leer estas navidades Fabulosos monos marinos, de Óscar Gual.

13 dic 2010

Matar en Barcelona


De esta antología todos los relatos son buenos, en serio. Pero hay algunos buenísimos y uno magistral. Permitidme que hable solamente del que más me ha gustado. Se titula El librero del ángel negro, y lo escribió Raúl Argemí. Trata de un fraile de Santa María de Poblet que tiene que abandonar el Reial Monestir porque el rey va a dedicar la finca monacal a asuntos de la realeza. El fraile es un pajillero descontrolado que se toca ante la vista de las láminas incluidas en la pornografía del siglo XIX. Se resiste a abandonar el edificio por causa de su adicción a esos libros encerrados bajo llave en una vitrina. Termina robándolos y poniendo una librería de viejo en Barcelona, donde compra y vende chucherías bibliófilas mientras se masturba en la trastienda. Le llegan nuevos incunables de la erótica secular, ante la vista de los cuales se derrite de deseo, y cuya compra lo va dejando sin fondos. Recurre entonces a la venta de ejemplares propios y, cuando ha recibido el dinero a cambio, se las ingenia para asesinar a sus clientes y recuperar sus preciados tesoros. Lo acaban descubriendo y el cuento termina en el previo a la ejecución.

Lo extraordinario del relato es el juego de narradores. Como es natural, el fraile está rematadamente loco y oye voces, una voz que le conmina a hacer las cosas que hace. Argemí da cuenta de esta psicopatía mediante el uso de un superyó narrativo y el recurso natural y constante a la tercera persona cuando escribe las acciones del yo real. Creemos, pues, que hay dos sujetos hasta bien entrada la narración, cuando advertimos la jugarreta del escritor. El uso del truco es fantástico, y el medio empleado para ponerlo de manifiesto es absolutamente creativo y divertido.

Como muestra un botón. Párrafos antepenúltimo y penúltimo: «Dicen, dijeron luego, cuando la historia del librero asesino de Barcelona se hizo leyenda y hasta el maricón insomne de Gustave Flaubert lo narró en su primer relato, que lo último que musitó fue: “¿por qué me abandonaste?”, como si el hijo de puta fuera un Cristo en la cruz.
      »Nunca, jamás, fue abandonado.»

Destacables los relatos de Javier Calvo, Manuel Vilas, Mara Faye Lethem, Sabino Méndez, Gabriela Wiener, Antonio Luque, Darío Hernando, Elena Medel, Llucia Ramis, Sebastiá Jovani y Francesc Serés. Edición cuidada. El leitmotiv de la antología es el asesinato en Barcelona, casos reales aunque en ocasiones disfrazadas las circunstancias y alterados los nombres para no causar daños colaterales. Fantásticos los de Javier Calvo, Manuel Vilas, Sabino Méndez y Francesc Serés. Como antólogos figuran Jordi Corominas i Julián y Ana S. Pareja. Pocas e irrelevantes faltas interiores y una gorda gorda en la contraportada: «Doce autores jóvenes y doce crímenes reales». Se trata del primer volumen de la colección Héroes Modernos de la editorial Alpha Decay, y por ello ya viejo (septiembre de 2009). El libro me ha sido facilitado por estar en posesión de un arrugado carnet de lector de bibliotecas públicas. Un par de autores nacieron en la década de los sesenta. Debería haberlo devuelto el 10 de diciembre, pero me dio pereza y renové el préstamo por Internet hasta el día 20. La mayoría de autores vino al mundo en los setenta del pasado siglo. Junto con este libro y por la misma vía obtuve Snuff y un par de documentales rusos sobre El Espacio. Alguno lo hizo en los ochenta del siglo veinte. Por si no lo sabíais, Antonio Luque es más conocido como Sr. Chinarro, «se gana la vida tocando y vive en Málaga». El libro tiene 300 páginas justas. Por si no lo sabíais, Sabino Méndez era guitarrista de Loquillo y los Trogloditas. Probablemente el día 22 publique una continuación de la lista de las mejores lecturas de 2010. Por si no lo sabíais, Sebastiá Jovani es agitador y le gustan las cuestiones ufológicas, como yo, como a mí. En 2005, Raúl Argemí ganó el premio Dashiell Hammett 2005, el XIII Premio Internacional de Novela Luis Berenguer, el premio 2005 Brigada 21 a la mejor novela original en castellano, el premio Novelpol 2005 y el premio Hammett 2005 por la novela Penúltimo nombre de guerra, publicada en 2004 por la editorial Algaida y traducida al italiano, al holandés y al alemán. Y puede que poco después amplíe la lista de las mejores lecturas de 2010 con otro libro más que aún no he leído. Por si no lo sabíais, Raúl Argemí nació en 1946.

11 dic 2010

2010: veinte historias de amor(es) y una cuestión inesperada

Ante todo, ésta es una lista de los libros que más he disfrutado leyendo o releyendo este año. La mayoría no han sido editados en 2010, lo que no quiere significar nada —o sólo que la literatura no tiene fecha de caducidad y no es pasto de las modas. Algunos no los había leído con anterioridad, y otros los he vuelto a leer en estos meses con un resultado (y aprendizaje) personal incluso superior al de la primera vez. La comparto ahora como todo lo bueno que, en el terreno literario, me ha ido sucediendo desde que abrí este espacio.

Veinte historias de amor(es)

Bouvard y Pécuchet. Debo aclarar que el orden de las obras es puramente temporal, no obedece a ningún criterio oculto, ni tampoco persigo distinguir unas de otras a la manera de ránkings ni asignar podio alguno. Dicho lo cual, añado que la pertinencia aquí de esta aclaración y no en la breve presentación del texto viene dada por la temática de esta magnífica y genial novela de Gustave Flaubert, que leí por primera vez hace varios años y en 2010 incluso la he comprado. Trata, como sabéis, de la imbecilidad humana —más extendida que la de los dioses—. De dos tipos franceses que, con la herencia recibida por uno de ellos, compran una finca rural y se lanzan a una aventura de aprendizaje desnortado. Pertrechados, a modo de guía, de una intuición rudimentaria que les va haciendo seleccionar temáticas y disciplinas sin más nexo de unión entre sí que los engarces del saber, o mejor, del no saber nada. La vigencia temática es incuestionable. Cabe observar Bouvards y Pécuchets a diario y en directo, en la radio, la televisión o tomando una cerveza en la barra de un bar. No digamos ya leyendo.

El coleccionista. De nuevo he de insistir en la ausencia de dobles sentidos, pues en esta fantástica novela de John Fowles (comprada) se narra el secuestro de una chica de la alta sociedad británica, bella y culta, por un gañán iletrado, funcionario de bajos puesto y cualificación, además de muy nerdoso. La novela se estructura en sendos diarios, dando cabida a las voces de cada uno de los dos personajes. Fowles, como es natural, alterna el registro dialéctico según se esté en el de él o en el de ella, en un ejercicio de estilo que obtiene un resultado envidiable. Su mejor virtud, no obstante, reside en su fuerte componente metafórica. Gana el mal, finalmente, no el capital ni la ilustración. La chica muere y la brutalidad sale de caza de nuevo. Como detalle curioso, señalo que en su día se convirtió en best-seller y que fue considerada novela de terror. Algo totalmente absurdo, aunque muy actual y propio de los precitados personajes flaubertianos.

Aire nuestro. Por si anteriormente no había quedado claro, el orden de esta lista es producto del orden de lectura durante 2010, año que aún no ha terminado. Me dice un amigo que me estoy precipitando al escribirla porque todavía puedo leer algo memorable en las pocas semanas que quedan hasta descorchar el cava de oferta. Examino mis posibilidades de elección y le contesto que, por mi parte, lo dudo. Dice que, aún así, él va a esperar un poco para hacer pública la suya. Y después me aclara que está leyendo a Manuel Vilas. Confiesa estar leyendo Aire nuestro, una novela que yo compré hace meses. Me quedo sin palabras, claro. Como suele decirse, me quedo sin habla, o con esa mudez que otorga. Ese silencio aquiescente.

Las primas. Esta novela está mal escrita a propósito. Me refiero a su sintaxis, a los usos gramaticales. Una chica disminuida en una familia de disminuidos. Tiene habilidades para la pintura y comienza a asistir a clases. Su profesor la anima y ella avanza en su educación artística y vital. La progresión en tal aprendizaje se advierte y se refleja en la escritura, realizada en primera persona. Escritura que no escatima en aclaraciones de por qué el uso de determinado vocablo y dónde fue hallado o aprendido. Nos divertimos leyendo, a la par que asistimos al desarrollo de una inteligencia natural que utiliza su lucidez en la defensa del entorno familiar. La novela ganó un premio que no recuerdo (la leí por medio de préstamo bibliotecario) en Argentina, hace poco. Un jurado importante que incluía a Rodrigo Fresán y Enrique Vila-Matas. Sorpresa de este último al abrir la plica y comprobar que Aurora Venturini, la autora, tenía 81 años.

Mis premios. No sé cómo me las apaño, pero en la sucesión de títulos y temáticas veo artificios semánticos que me apresuro a desmentir. Esta vez quiero escribir sobre quienes, a mi juicio, lo merecen por su arte. Es el caso de Thomas Bernhard a raíz de esta recopilación de textos anteriormente diseminados. Discursos ofrecidos en la recepción de premios literarios, notas enviadas a periódicos, etc. (de nuevo, biblioteca): la capacidad de Bernhard para poner de manifiesto las distintas facetas del ridículo allí donde otros ven acciones políticamente correctas; su habilidad para borrar el disimulo y así desnudar lo que sólo puede ser nombrado como vergüenza; y su humor, ese humor. Pieza maestra es esa en la que vuelve a relatar el proceso de compra de ropa antes de recoger un premio absurdo. Como en uno de sus más famosos dramolette, Claus Peymann se compra unos pantalones y después vamos a comer, Bernhard satiriza ahora la concesión en sí del premio por medio del acto banal de elegir atuendo adecuado. Francamente genial.

La velocidad de la luz (biblioteca). De esta novela no me gusta el título y sí todo lo demás: el desarrollo, la lamentación, el tormento, la mugre, la sangre y la letra y la letra a raíz de la sangre, inútil. Todo es mentira, claro. La ficción no alcanza nunca a la realidad aunque lo parezca. Javier Cercas impactó después con un artefacto sobre nuestro Golpe de Estado Fallido más famoso, aunque en La velocidad de la luz escribió la que probablemente sea la verdad literaria más grande jamás contada: «Nadie lee tantos libros como tú si no es para acabar escribiéndolos».

Metamorfosis®. Registrar la mutación y ponerla a nombre de una forma de reflejar el mundo, eso es lo que Juan Francisco Ferré hace en esta brutal y avergonzante colección de relatos. Me inicié en la Ferrémanía por medio de sus críticas río en Barcelona Review. Con las referencias que ofrecía en dicha revista confeccioné una hoja de ruta literaria que, inevitablemente, condújome a la senda de la minoría, al charco de la marginalidad. La fiesta del asno confirmó lo que ya sospechaba, y Metamorfosis® terminó de joder lo que probablemente fuera ya irremediable. Nada que hacer, ni que objetar: es ma®ca de la casa y al que no le guste ahí arriba tiene la puerta en forma de aspa. Pero quien no haya leído las aventuras televisadas del hombre-tronco, o las diferentes formas de eludir el lugar común de un gatillazo en un encuentro espontáneo, o la bitácora mental de una modelo fotográfica en la neblina post-Amis, entonces es que no ha leído verdadera Literatura. (A pesar mío, biblioteca...)

(biblioteca) Ángeles derrotados. Y llegamos a los libros rojos. O a cómo contar una ejecución en la silla eléctrica desde un lugar perdido en los cerros de la Úbeda norteamericana. La historia de un fracaso mil veces contada y un millón de veces adivinada en las expresiones y maneras de desplazarse de quienes nos cruzamos por la calle un día cualquiera a una hora cualquiera. Pero qué manera de contarlas tiene Johnson, Denis Johnson. Es lírico: no. Es minimalista: no. Es acaso maximalista, no. Es posmodernista: no. ¿Qué hace, pues? Dejaos de ejercicios adivinatorios, leedlo y lo sabréis.

Providence. (Compra.) El uso de los paréntesis persigue un objetivo distinto del natural en una lista como ésta sobre las mejores lecturas de un año concreto. El uso de esos paréntesis pretende ofrecer una imagen real y no distorsionada acerca de las fuentes de abastecimiento de un lector habitual. El contenido de esos paréntesis es, pues, información de primera mano sobre mis propios cauces de aprovisionamiento. Si he comprado los libros o no. Si los he cogido prestados de una biblioteca o me los ha proporcionado un amigo. Sólo he robado un libro en mi vida y fue hace años, en uno de esos hoteles con encanto ponderados por guías subvencionadas. Ese libro robado fue escrito por William Shakespeare y estaba en inglés. Todavía lo tengo. Aún no lo he leído.

Black, black, black (bib). Y el motivo de esa lectura postergada es porque antes, mucho antes, lo hice en versión traducida. A todos nos gusta releer, pero somos caprichosos en cuanto al qué y al cuándo. Releemos a Borges, por ejemplo, sin tener en cuenta el tiempo sacrificado en tal repetición. Paradójicamente, a Borges lo releí hace un par de años en una edición distinta a la de las primeras veces. Sus Obras Completas las trajo mi hermano desde Argentina, donde costaron mucho menos de lo que pedían en España por ellas. Esas Obras Completas magníficamente editadas por Emecé en cuatro tomos color caramelo y en las que se aprende tanto. Creo que esa misma edición debería estar en todas las bibliotecas del país.

Tres tristes tigres. Como lo está la de Seix Barral de esta novela de Guillermo Cabrera Infante. (Quiero decir: biblioteca.) Una novela ideal para estar de fiesta leyendo. Ideal también para desprejuiciarse en más de un sentido. Una obra de arte de la narrativa del devenir lenguaje hecha semántica y trenzada con la sintaxis del recuerdo de noches y amaneceres y cuerpos rotundos. La he releído este año en una edición deluxe y, cómo no, sigue siendo fantástica. No ha perdido ninguno de sus atributos.

Subterráneos. O de cómo encerrar una gran obra en el limbo de la distribución. De cómo condenarla a —encarcelarla en— referencias de búsquedas improbables (N MOR SUB biblioteca). De cómo la actualidad escupe toneladas de mediocridad sobre lo verdaderamente interesante. De cómo sobrevivir en una estantería rodeada de polvo y mierda. De cómo brillar sobre una portada en negro y bajo un logotipo editorial que sabe seleccionar pero no mercadear. De cómo reducir la Literatura a meras Signaturas: N de Narrativa, MOR de Vicente Luis Mora, SUB de Subterráneos.

Ventajas de viajar en tren. Esta novela también es antigua (biblioteca), algo menos que el amor, y bastante menos que la luz. La escribió Antonio Orejudo. Sí, el mismo que dice llevar una gorra tradicional para protegerse del frío estadounidense y que por analogías lejanas no deberían echarse los caballos sobre quienes gastan burkas islámicos. Sí, ese que recibió Públicamente hostias hasta debajo de la lengua por defender lo políticamente incorrecto. Esta novela suya es puro humor empapado de sudor literario. Me reí con ella como pocas veces con un libro de Alfaguara, si exceptuamos las historias de Manolo Vilas. Sí, el genial Vilas. Sí, el también genial Orejudo, Antonio.

Ferdydurke. Alzo la vista párrafos arriba y compruebo que el porcentaje de obras publicadas este año sobre el total de las relacionadas es bajo. Pienso y recapacito para asegurarme de que con esto no quiero decir nada oculto u oscuro. No escribo sobre los mejores libros de 2010, sino sobre aquellos que más he disfrutado. En general, creo haberlo conseguido con el noventa por ciento de mis lecturas. En general, suelo leer los mejores libros publicados y no publicados. En general, sí, sé elegir y además soy un tipo con suerte. Pero si los relaciono todos este texto tendría veinte o treinta páginas. Una envergadura contraindicada para su lectura en pantalla. Para nuestra incapacidad de fijar la atención en algo concreto durante más de un minuto o minuto y medio. Cómo pretende entonces Seix Barral que los lectores se interesen por esta obra vieja o vieja obra de Witold Gombrowicz. Ahora estamos más por la jeunesse fragmentaria e interrupta. Somos amantes de lo breve y del cuculio. Lo nuestro es un nopodermiento con los tochazos de más de cien páginas. Todo lo que sobrepase ese breve instante de felicidad electrostática y orgásmica es un Töston, como más o menos viene a decir uno de los muchos verdaderofalsos críticos del 322 de Quimera Avenue (biblioteca). Ahora lo cool es la literatura rápida y por eso...

Nocilla Lab (b) no es la novela más vendida de la trilogía literaria más vendida de los últimos tiempos. Quizá porque es la última. O quizá no. Es posible que haya una huelga de lectores y no nos hallamos enterado. El déficit de lectura no genera alarma social. Entre otros motivos porque es la Sociedad quien no lee. O si lo hace, elige sucedáneos. Algo facili-to, oh-oh-oooh. Nada de dobles intenciones, subterfugios, artefactos ni reciclajes mutacionales. Ni, por descontado, gadgets rizomáticos. ¿Ni aunque aparezca Vila-Matas, eh? ¿Ni aunque aparezca la caricatura de un Vila-Matas anfitrión en una plataforma petrolífera, recibiendo a un Fernández Mallo también metamorfoseado en personaje de cómic?

Intente usar otras palabras. Aunque igual sí, es posible que haya alterado, siquiera un poco, el orden de aparición, porque no estoy respetando el orden de lectura exacto. (Comprada.) No quiero hacer públicos mis dientes de sierra. Porque todos los tenemos. Sólo que los míos casi no se notan al escribirlos. Hacemos un esfuerzo y apretamos los labios, la boca convertida en una rendija de carne. De esta guisa os digo: si no sabéis quién escribió esta fenomenal novela, entonces quizá tenga que comenzar desde el principio. De nuevo. Nadie dijo que fuera fácil. En realidad, nadie me dijo nada.

Las teorías salvajes. De esta novela gusta, sobre todo lo demás, su tremenda y gigantesca impostura lingüística. Pola Oloixarac reescribiendo, cual orfebre en pijama y tocada de pasadores, cada frase con el afán de torcerla un poco más. Frases estrujadas en el garrote vil después de haberlas hecho crujir en el potro del procesador. Antropología narrada con la cosmética de un castellano transcontinental. Mereció recomendaciones en magazines femeninos de tirada gruesa y lectura visual. Se benefició de la condición de su autora, cuya escritura debiera ocultarla (comprada). Al final opté por escribirle una carta usando las artes del ocultamiento y la mentira. Recibí contestación intermediada a vuelta de post. Muy divertida.

Homo Sampler. El lector medio se comporta como ElCorteInglés con su cacharrería informática: no la cambia hasta que no le han demostrado que la migración está exenta de riesgos. Y por mucho que se lo repitan, ese lector no se da por aludido. El lector siempre es el otro, nunca uno mismo. Pasa como con esa España, que empieza a partir o más allá de nosotros, sin incluirnos. Por eso al lector le da miedo asomarse al pensamiento de Eloy Fernández Porta (comprada). Le horroriza la posibilidad de verse retratado ahí dentro. Una cosa es darse cuenta uno mismo, y otra diferente es que venga este tío y te lo diga por escrito. Que te diga: eres un ur-capullo construido a partir de tendencias superadas. Como todos nosotros. Como todo el mundo. Que te diga: por mucho que te dediques a mirar por encima del hombro y dártelas de avanzadillo, al final no eres más que un hombre-tronco. Sin brazos. Sin piernas. Jódete: no eres cool. Porque lo cool no existe. Estamos atrapados en un gigantesco engaño multinacionalsocialista que, como toda mentira que se precie, es actually kitsch. Basura reciclada pespunteada de emociones como burbujas. ¿A que jode? Y que además no te diga: lo siento.

Contraluz. Esta brutal novela la compré en mayo, pero la leí hace poco. Pynchon se ha ido poniendo de moda durante 2010. Muchos consumidores han adquirido Contraluz en librerías y establecimientos asimilados. Unos pocos incluso han sido tan sensatos, o han estado tan acertados, como para leerla. No así la mayoría. Y tampoco hay que culparlos: un libro así de gordo es ideal para la decoración de ambientes. Cuando vienen visitas a casa, queda fantástico que comprueben las cosas raras que uno lee, y sus dimensiones. Creo que Tusquets desaprovecha la oportunidad de vender por separado, como parte de una estrategia de merchandising pynchoniano, la cáscara de Contraluz —y de Mason y Dixon y El arcoris de gravedad—: un libro-caja vacío a precio popular y ampliando su distribución a comercios dedicados al interiorismo. Para guardar fotos, o reservas de maría.

Correspondencias. A través de este blog he hecho nuevos amigos. Algunos incluso me leen, lo que me sorprende y les agradezco sinceramente. La lectura no tiene por qué ser una actividad solipsista. La lectura, si lo es de literatura, puede ser compartida. La otra, la no literaria, como mucho es sólo comentada. Aquello que carece de valor no provoca sino discusiones huecas, vacías. Esta novela de Hugo Abbati es literatura y también una rara excepción a todo. Por lo que he investigado, puede que el mismo Abbati sea alguien excepcional. Su novela me la regaló un amigo, en primicia. He escrito sobre ella como sobre muchas otras incluidas en esta lista, y también he conversado sobre sus características y sobre por qué se trata de una novela que nos gusta tanto a quienes hemos tenido la suerte de poder leerla. Normalmente es el morbo lo que nos incita a extendernos sobre un tema. Y aunque ese morbo lo suscite el poner las cosas claras sobre una mesa, no deja de chocar que prefiramos entrar al trapo cuando hay palos y bastante menos o nada en el momento de los abrazos. Esta novela se presenta en enero, ya veremos qué pasa.

El Dorado. Y otro amigo me prestó esta novela. Tiene gracia que disfrutemos más con lo que no es nuestro. Con lo que no hemos adquirido y no es del dominio público. Pienso seriamente en esto que acabo de escribir, no sea que esté mirando con otros ojos los libros así conseguidos por un mero gesto de agradecimiento hacia quien me los proporcionó. Concluyo que no: hubo otros, ninguno malo, ya lo he insinuado antes, pero éste y el de antes los he disfrutado de veras. Ésa, el puro gozo, es la principal razón de que la lista no sea de diez o doce títulos. Y si dispusiera de más atención, que no quepa duda de que me explayaría sobre otros diez o veinte (sí, ya sé que la lista tiene veintiún libros, no veinte; ¿y qué?), sin importarme caer en la repetición. Una verdadera fiesta literaria en la que os iría prestando aquellos libros que fueran míos o de mis amigos, con su permiso.

Y una cuestión inesperada.

Porque también de eso quería hablaros hoy, del préstamo de libros o de la difusión de la literatura. De los títulos listados compré ocho, la biblioteca me proporcionó once y los amigos dos. Una estadística proporcionada. Pero si examino el total de lo hasta ahora leído en el año, el 63% procede de la biblioteca, un 7% de amigos y el resto, 30%, es compra genuina. Es decir, obtengo un perfil en el test de CosmoLit de este mes que revela un lector despreocupado por la materialidad y con fuertes trazas de rata o simple déficit financiero. Compro, pues, pocos libros. Quiero leer pero no tengo un especial sentido de la propiedad. Cierto que a veces me gustaría hojear o releer algún título que en su día tuve que devolver a su legítimo dueño, lo que me molesta o perturba. Si comprara todo lo que consumo, no tendría ese problema. Y de poco o nada me sirven las fuentes de pirateo, porque la literatura que busco ni siquiera es compartida ilegalmente. Principalmente porque son obras de cierto culto, y sólo se piratea lo más vendido, no la mejor literatura. Esta mejor literatura, al recibir el mismo tratamiento mercantil que la literatura comercial, sale perdiendo en el juego capitalista. Y debemos, pues, recurrir a un absurdo gasto de energías para conseguirla. En ocasiones, aun estando dispuestos a pagar por ella, su mala o pésima distribución nos impide su disfrute inmediato. El viejo just-in-time ideado por Toyota no ha llegado a la alta literatura.


Respecto de estas cuitas, llevo tiempo rumiando una idea difícil de ejecutar, pero que creo difundiría de una vez por todas la literatura que nos gusta. Ese libro de DVD que no hay forma de encontrar. Aquel otro de Mondadori que vale una pasta y queremos leer precisamente cuando el presupuesto ya no nos llega o nos da coraje gastar más. El de Anagrama que no está ni en las librerías de viejo. Sobran los ejemplos, actuales incluso. Esto, así, es un coñazo. Por eso quiero indagar cuánta gente estaría dispuesta a crear una biblioteca privada entre amigos. Yo te presto lo que tengo y tú haces lo propio con lo tuyo. No libros físicos, nada bookcrossing postal, sino obras digitalizadas. Ya veríamos cómo (tengo ideas para solucionar los obstáculos técnicos e incluso los jurídicos; tengo ideas sobre cómo remunerar a autores y editores el mero trasiego de un único ejemplar entre varias manos; tengo muchas ideas pero sólo dos manos). Si tenemos claro el qué —qué entendemos por Literatura—, lo demás podría venir rodado.

En breve tendremos acceso a una iniciativa parecida: 24symbols. Pero me temo que ésta no cubra lo que unos pocos estemos buscando. 24Symbols necesita obtener beneficios. Y con la literatura que a nosotros nos gusta no se gana dinero. Por ahora.

7 dic 2010

Snuff


No sé si tiene sentido escribir más sobre esta novela de Chuck Palahniuk, por lo que escribiré poco. La historia es bien sencilla, no así la forma de plantearla. Palahniuk hace en ella lo habitual: insertar un tema de cierta tradición socio-literaria en un ambiente excéntrico al mismo. Crea así una paradoja que se viste de impacto. Un impacto que él adorna con pausas dramáticas y artificiales. Creadas para causar sensaciones. En el lector.

Así.

Snuff no es, pues, diferente a otras novelas suyas. Sólo lo es su ambientación, el mundo del porno —si se exceptúa el reportaje que sobre un festival al uso incluye en Error humano; y si no, quizá Snuff sea una spin-off ficcional de aquél—. Pero entonces el título es desviado, o fallido aposta, o acaso un gambito que comienza en la primera palabra de la novela, ya que se espera encontrar en su interior una narración, al estilo Palahniuk, sobre una película en la que aparezcan asesinatos reales. Os dejo en la duda. Sí diré que el setenta u ochenta por ciento de la acción está centrada en la parafernalia pornográfica, en un mundo de folladas sobreimpresas en tiras de celuloide. Ese submundo que, lejos de ser medio, se ha convertido en soporte de negocios altamente lucrativos. Pero del que se escribe poco, y desde luego no en novelas dirigidas a un tipo de lector como el puramente literario.

¿Qué objetivos perseguía Palahniuk con Snuff? Pienso que varios. Primero, contar una historia de huérfanos y madres ausentes e hijas repudiadas. De engaños y drogas. De carreras profesionales que se bifurcan. De la imposibilidad de elegir o torcer la vista atrás sin desear no haber nacido. Segundo, recrear ese mundo casi sólo mal retratado en novelas de género. En subgéneros enfocados hacia una interioridad orgánica incapaz de objetivar el caldo de cultivo que la hace posible. Tercero, dar cuenta de las similitudes entre el entorno del cine convencional y el pornográfico. De las acciones que los actores son capaces de escenificar para ser contratados, respetados y aclamados. De sus accidentes y sucesos. Del estrecho margen que pudiera existir, o de hecho existe, inter-géneros. Cuarto, poner de manifiesto la sordidez de sus productos contra un fondo de éxito económico innegable. Usando para ello la reiteración y la parodia con el fin último de perfilar a sus consumidores. Abusando del exceso. Estableciendo una indisoluble asociación entre humor y sexo industrial. Quinto, mostrar cómputos de la decadencia, que coincide con la obsolescencia de los cuerpos para un fin en que la plasticidad de sus miembros y el lustre de sus pieles constituyen, en la práctica, únicas aptitudes necesarias para no desentonar en la performance parasexual ante las cámaras. Sexto, recrear los submundos paralelos de los que bebe, y de los que se alimenta, el mundo del porno. Séptimo, construir mediante la acumulación de recetas, científicas o populares, históricas o anecdóticas, sobre las más variopintas temáticas, directa o lateralmente relacionadas con la carnalidad, un sistema kitsch de referencias que, por vía especular, ofrezcan al lector un decorado cultural basado en píldoras tipo ¿sabías que? Octavo, divertir al lector invirtiendo los tratamientos habituales de tragedia y comedia, y desacralizando situaciones reservadas al sentimentalismo ramplón mediante el uso y abuso de tics propios de la baja cultura. Noveno, elevar precisamente el estatus de esa baja cultura por la vía de su conversión en literatura, no solamente como medio que permita su análisis desde un terreno llano y accesible, sino también plegándose a, y adueñándose de, su estética fundacional icónica y lingüística, creando así un ambiente costumbrista mediante el empleo de sus jerga y medios de expresión anexos. Décimo, marcar —o territorializar— otro espacio narrativo más, colonizarlo con su habitual estilo minimalista. Decir: yo estuve aquí. Decir: y me acordé de ti.

Además, en Snuff hay enfoques distintos de los habituales en horas de máxima audiencia. Pornografía básica analizada mediante el hilo vital del nombre propio más mencionado, Cassie Wright, estrella del cine de género empeñada en batir el récord de penetraciones seguidas en una única toma: 600 tíos diferentes. Las conversaciones entre tres de esos tíos y la coordinadora de los 600. Sus seudónimos. Sus pensamientos e historias particulares. Sus ideales, aspiraciones e intenciones. Sus fracasos y proyectos. Sus vidas. También los títulos de las películas de Cassie Wright, hilarantes por lo que tienen de paródico del cine comercial, de narrativa popularmente consagrada. También la vida en sí de la señorita Wright. Una vida mediática, una vida pornografiada. De primeros planos. De escenas idénticas unas a otras. Escenas en las que sólo cambia el atrezzo, o el enfoque, o la distancia, o la resolución. O todo a la vez, pero siempre una misma actriz. Ella.

Digamos que recomiendo su lectura porque formalmente es una obra de arte de la narrativa actual, como casi todo Palahniuk. En mi opinión la temática es lo menos importante desde un punto de vista literario —no a efectos de tratamiento—. Podría sustituirse por la tecnología, los negocios, la alta competición deportiva o el mundo académico. Porque no se trata de una novela temática. No, muy al contrario, el ecosistema retratado como un conjunto de excesos es el marco costumbrista de una época y la vía de escape de un gigantesco sector de la población. Lo que me importa es la manera en que Palahniuk entrevera la historia, su forma de decirle al lector: Aquí tienes, lo de siempre pero con otra ropa. O sin ella.
Thomas Pynchon

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