Apreciada Carmina,
nunca he sabido si después del tratamiento dado al destinatario era correcto poner coma, dos puntos o punto y aparte. Tampoco es ésta una duda de la que desee librarme, pues ese desconocimiento me permite utilizar indistintamente una u otra vía para encadenar lo que después del arranque tenga que decirle a quien, en ese momento, le esté escribiendo.
Ya ves que no sé muy bien qué contarte, o al menos intento aparentarlo, no sé con qué grado de éxito ni, la verdad, me importa. Pero sí quiero dejar claro, cuanto antes mejor, y aunque te conozco muy poco, mi agradecimiento por haber confiado en mí para que nos comuniquemos con ocasión de mis descubrimientos literarios.
Últimamente mi grupo de conocidos se ha ensanchado casi sin pretenderlo, gracias a posar más ratos de lo recomendado frente a una pantalla que no habla y que está cubierta de polvo porque no la limpio tan a menudo como debiera. Hay mucha gente sola por la calle, fuentes autorizadas me dicen que los lunes por la mañana las avenidas hierven de indigentes sociales que no tienen una miserable mano que estrechar entre las suyas. No sé yo si el sol que más les calentara sería uno falso, hecho de píxeles, o el verdadero, que luce desmejorado por el mal humor y un futuro que da asco. Hace poco, yo mismo he encontrado un par de amigos a través del ADSL, y entretenemos los descansos parloteando mediante mensajes-à-trois, contándonos miserias con la mordacidad propia de quienes volvieron de todo para comenzar a marcharse de nuevo. Uno es un gallego calavera con barbas y a lo loco; otro, un filósofo que mezcla el bable con modismos argentinos en sus conversaciones telefónicas; los tres traficamos literaturas, procurando insertar invectivas contra universos paralelos cuyos habitantes viven en la inopia. Esto, que parecería propio de un grupo de jóvenes amantes de culturas malditas, nosotros (trois) hemos dado en convertirlo en una especie de jeroglífico cuyas claves vamos haciendo públicas, aunque de manera tan críptica que nadie nos entiende; lo que no deja de ser un alivio, porque para qué queremos que se enteren quienes deseamos sigan habitando el vientre de la ignorancia. Somos, pues, apreciada Carmina, más falsos que el Iscariote, y favorecemos el bulo como primitivos adoradores del Sol.
También sabemos ponernos serios y curvar entonces las comisuras hacia arriba. En esas ocasiones doblamos el cuello como mejor podamos y leemos lo que el criterio nos dicta. Son momentos de silencio y expansión neuronal, de fastidio por las molestias de las funciones básicas y hasta del mismo sueño, inquilino impuntual e indeseado de nuestros débiles cuerpos. Precisamente ayer por la tarde he pasado unas horas en dicho estado, leyendo narrativa valenciana, o puede que leonesa o palentina. Se trata de una novela finita y rápida, de no más de 100 páginas, cuyo título no me gusta y su portada la considero desafortunada. Pero el envoltorio sólo debe importar lo justo; a efectos de lectura lo mínimo, desde luego; más a los del comercio, con cuyos cánones debemos estar a tono si el objetivo es entrar en su vorágine. Es lo que ahora mismo pienso, aunque admito que pueda equivocarme.
La novela va sobre un tipo que comienza a dar las gracias a gente que le ha ayudado a publicar otra novela, también a personas que de una u otra forma considera él partícipes de acontecimientos vitales que influyeron en su factura. Más o menos la mitad está escrita en primera persona, puesto que es el propio autor quien va dando remerciements a diestra y siniestra, aunque más a esta última puesto que el hombre se postula a sí mismo como de izquierdas. No te cuento mucho por si a ti también te apetece leerla, algo que el propio autor no ha respetado y, eso creo, puede terminar destrozando la diversión a lectores potenciales. Pero sigo contándote. Lo curioso es que la historia es la del propio autor, y esos remerciements son mero transporte para una biografía bastante esquizofrénica. Uno de los personajes más mentirosos que recuerdo desde las barbaridades que escribió Juan Rodolofo Wilcock en La sinagoga de los iconoclastas. Digo mentiroso porque el autor de la novela es Santiago González Carriedo, las muestras de agradecimiento escritas son de Santiago González Carriedo hacia quienes ayudaron/propiciaron la escritura de la novela agradecida, y la biografía es del propio... Santiago González Carriedo. Para colmo, este bulo biográfico está contado de manera fragmentaria y mediante notas a pie de página, según van sucediéndose los citados remerciements. No he podido evitar acordarme de ese reciente personaje de un programa humorístico televisivo, no sé si lo conoces: “Dices tú de mili...” es lo que repetía una y otra vez aquel hombre al que se le pusiera al lado o por delante, cambiando los desarrollos posteriores en cada ocasión. Santiago González Carriedo, al que voy a abreviar como Santiago Carri., utiliza una técnica parecida, desde luego plenamente literaria y con una dinámica narrativa que decae en muy pocas ocasiones. Un tipo con un carácter envidiable que prodiga abrazos, y algún cogotazo (por ejemplo, llega a tirar a la basura un ejemplar de La sombra del viento...), a quien por su vida ha pasado y, de alguna forma, ayudado y/o marcado.
Pero todo es mentira, como dijera un personajillo zafoniano, palabra más palabra menos —comprende que no me acuerde, o haya querido olvidarlo—, pues en la segunda parte Santiago Carri. compendia ahora una serie de cartas escritas por esos mismos personajes a que aludía en la primera. Cartas que desmienten, aclaran o tergiversan todo o parte de lo escrito anteriormente; e incluso cartas que refutan informaciones aparecidas en otras epístolas de páginas precedentes... ¿Quién es Santiago Carri.? ¿Es verdad que en sus hasta ahora anónimos días ha ido hilvanando tal cantidad de aventuras, incluida una (o varias, o todas ellas) que recuerda mucho, pero mucho, al Edmond Dantès de El Conde de Montecristo? ¿Es comunista, es nacionalsocialista como asegura el borracho de su abogado? ¿En serio considera que Las benévolas de Littell es una buena novela? Siquiera por este último detalle, hay que pensar que todo es, como se dice ahora, un hoax de tamaño indiscernible. Una novela en que hay un cura hacker que se relaja escuchando a Metallica en pubes jebis —y que no está escrita por Arturo Pérez Reverte— no puede existir en esta realidad de ISBNs a que estamos acostumbrados. Una novela con exiliados españoles en París, y no publicada por Juan Goytisolo, es inexistente. Una novela construida a base de pies de página, y no traducida del inglés americano por Javier Calvo, es una novela, otra vez, falsa. Puesto que si esa novela estuviera de verdad escrita y publicada, su protagonista no serían tan literalmente idéntico al Santi que es tu marido, ni su mujer, la de Santiago Carri., tan descaradamente trasunto tuyo, Carmina. Quiero decir que esa novela sólo podría haber sido escrita por vosotros mismos o alguien que os conociera de verdad. Además de que, querida Carmina, si esa novela estuviera en las librerías, ya habría un montón de gente divirtiéndose y hablando de ella.
Voy a terminar esta epístola tan poco centroeuropea, pero tan de entreguerras, dándote un par de datos, Carmina. Uno, que esa novela me la enviaron por correo con el acicate de una supuesta novedad estructural en su composición que, en mi opinión, acaba siendo superada por la comicidad de su trama. Dos, que, como te digo, me ha recordado mucho a ti, aunque te conozca muy poco y de hace escasos días, y por eso me he animado a escribirte esta carta con dudas sobre comas, dos puntos y puntos aparte. Estamos tan solos, Carmina, que recurrimos a la comunicación entre desconocidos, como aquel Gil al cubo respondía a las llamadas del Gran Faroni, otro mentiroso empedernido: rascando el auricular del teléfono o soplando encima de los agujeritos. Así yo ahora con el gallego y el asturiano que te mencioné al principio. Sólo nos falta la carterilla de embutidos para ser secundarios de esa clase gozante retratada por Miguel Espinosa, a quienes sólo se les permitía escuchar, nunca ser escuchados. Espero sinceramente que en tiempos no lejanos haya hueco para esas voces con arte y ganas de salir al ruedo, que alguien con posibles se lo haga o se lo facilite.
Tuyo afectísimo,
Un lector desconocido
4 comentarios:
Hola, a pesar de que podría cobijarme bajo la advocación del "Biathanatos" de Borges, me desagrada ese símil que haces con el Iscariote, toda la culpa fue de Caifás, que además se quedó con tres monedas -como diezmo para el templo, dijo.
Ahora en serio, no , no se trata de ocultar, ni lo que se sabe ni lo que se ignora , ámbito este que alcanza dimensiones tenebrosas, es la dificultad de expresar la intuición sin dogmatismos, al menos en mi caso
Yo también leí el relato. Ten en cuenta que allí la falacia es doble, por cuanto una anula a la otra, y se deja por embusteros a más de uno.
Y en tu caso, que es el nuestro, la apariencia criptográfica deviene, inevitablemente, exclusión de cierta alteridad con la que (por suerte para nuestras rugosidades encefálicas, por desgracia para la multiplicidad de nuestros contactos) no comulgamos. Tu intuición es dogma para aquel a quien se la comunicas y se aviene a escucharla (es mi caso). Recuerda a aquel Doctor Somme, amigo de Canetti.
Y puede saberse donde hojear este libro.
Bonita carta.
Pues en la Librería Soriano, de Valencia (C/ Xátiva). No tiene pérdida, hay una Plaza de Toros enorme y fantástica en la misma acera.
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