Os propongo escuchar una canción muy breve (clic arriba), leyendo al mismo tiempo un extracto del Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa: “Como hay quien trabaja por tedio, escribo a veces por no tener qué decir. El devaneo en que naturalmente se pierde quien no piensa, me pierdo yo en él por escrito, pues sé soñar en prosa […] Hay momentos en que la vacuidad de sentirse vivir llega a tener el espesor de algo positivo […] Palabras ociosas, perdidas, metáforas sueltas, que una vaga angustia encadena a sombras […] Palabras dadas, no al viento, sino al suelo, dejadas ir por los dedos sin avaricia, como hojas secas que en ellos hubiesen caído de un árbol invisiblemente infinito”. Amén de la poesía de sus textos, ¿sois capaces de reconocer el humor implícito en fragmentos suyos escogidos al azar? ¿No es su obra, en conjunto, un enorme árbol (met)aforístico cuyas raíces descansan en alzamientos de: cejas, comisuras de la boca y carrillos hinchados? Siempre he pensado que fue tan falazmente melancólico como dado a la heteronimia.
Los domingos son pessoanos. Descansamos pero es mentira, nuestra mente fabrica músculo, generando y engordando pensamientos que aplastan otros, mientras creemos que vagamos/vagueamos. Al rascarnos lo que sea sin que nos pique, activamos un software sensitivo que acelera la producción de endorfinas necesaria para fabricar, inconscientemente, basura mental en la que revolver, tiempo después, a la busca de la idea aprovechable, la semilla genial que ayude a nuestra mitad activa, siempre tan perezosa. Perder tiempo comporta una estética (Pessoa). Tocarse los huevos da lugar a la dialéctica de uno consigo mismo (paráfrasis derivativa personal).
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