4 abr 2012

¡Qué poca vergüenza!

Fatalidad. Me hago crítico.
Hector Berlioz. Memorias.

¿Alguien sabe quién es William gaddis? ¿Alguien ha visto alguna vez una novela de William gaddis? ¿Existieron realmente novelas escritas por alguien llamado William Gaddis o solamente Gaddis? ¿Quién es Jack green? ¿Leen ustedes crítica literaria? ¿Alguien sabe quién es Michiko Kakutani?

En marzo de 1955 la editorial neoyorquina Harcourt, Brace & Company publicó la primera novela de un escritor desconocido de 32 años llamado William Gaddis. La novela se titulaba The Recognitions,1 tenía 956 páginas y recibió cincuenta y cinco reseñas en diversos medios impresos. Sólo «se vendieron unos pocos centenares de copias». Bueno, ¿y qué? Siempre ha habido escritores jóvenes y editoriales dispuestas a publicar sus primeras novelas, de lo contrario la literatura no existiría como tal. También ha habido desde siempre escritores que han elegido opciones de, digamos, envergadura para expresar lo que sienten que tienen que decir al mundo. Sin ir demasiado lejos, James Joyce lo hizo treinta y tres años antes que Gaddis con un número de páginas que oscila entre 644 y 1.000, según la edición que se maneje. Digamos entonces que The Recognitions fue considerada, como el Ulises de Joyce, una obra «difícil». Y aclaremos de paso que, dado el peso de las consideraciones religiosas en el desarrollo de la trama, se la tachó de obscena.
De acuerdo, ¿y qué? ¿Qué importancia tienen esos detalles para un lector del siglo XXI curado de espantos y obscenidades, harto de reseñas, referencias críticas y libros difíciles y voluminosos escritos tanto por veteranos como por debutantes? ¿Qué tienen de especial las críticas que recibió Los reconocimientos como para que ese lector se moleste ahora en tener este volumen entre las manos?

William Gaddis murió en diciembre de 1998, por lo que suponemos que tuvo ocasión de disfrutar de la inclusión de su primera obra entre la selección de las cien mejores novelas en inglés del siglo XX que la Modern Library realizó a principios de aquel año. Pero no de su distinción como una de las cien mejores novelas escritas en inglés desde 1923 con que la reconoció la revista Time2 en 2005, lo que fue una lástima porque habría resultado una reparación perfecta de la reseña chapucera que sobre tal obra publicó esa misma revista cincuenta años antes…
¿Qué vale entonces, lo de antes o lo de ahora? ¿Era Gaddis un escritor tan de primera como demuestran estos dos reconocimientos tardíos y estaban equivocados los reseñistas de Time y las otras publicaciones? ¿O es que la crítica objetiva sólo es posible una vez que el paso del tiempo ha calmado los ánimos y los viejos prejuicios han dejado de tener vigencia, cuando es posible ver las cosas con esa maravilla de la percepción humana llamada perspectiva?
En 1955, época pre-Internet, los lectores que se guiaban por referencias externas a la hora de seleccionar sus lecturas leían con atención las críticas y reseñas aparecidas en revistas, periódicos y publicaciones literarias trimestrales. En dichos medios la obra de Gaddis recibió dos reseñas «acertadas»3 y cincuenta y tres pésimas, que Green define como «chapuceras e incompetentes». Ya fuera por haberse limitado a copiar el blurb y la sinopsis y completar sus textos con frases de relleno que no decían ni expresaban nada, ya porque evidenciaran que los críticos no habían leído el libro en realidad, ya porque hicieran interpretaciones esotéricas y/o torcidas de la obra, o ya por una mezcla desvergonzada de todas estas técnicas torpes e hipócritas, lo cierto es que el análisis detenido y exhaustivo del aparato «crítico» temprano que acumuló Los reconocimientos arroja una conclusión tan nefasta que incluso mueve a la carcajada.
A Jack Green, fan acérrimo de la obra de Gaddis, no le hizo ninguna gracia. Que una obra como Los reconocimientos fuera tratada con tal desprecio y vileza y condenada al olvido fue para él lo bastante inaceptable e indignante como para dedicar su tiempo y esfuerzos (e indudablemente dinero de su bolsillo) a poner de manifiesto la futilidad de la crítica literaria «reconocida». Lo hizo en 1962 y al estilo de la época, en una publicación underground propia mimeografiada titulada simplemente newspaper.4 En tres números correlativos aparecidos en el lapso de nueve meses puso de manifiesto, de manera argumentada, los fallos flagrantes, el fariseísmo, la desidia, la incompetencia e incluso la ignorancia supina en materia literaria de los críticos que reseñaron la obra. Sólo por el magnífico análisis que hace Green de la necedad del establishment crítico de aquella época este ensayo ya vale su peso en oro. Y no únicamente porque en esa ocasión la obra vilipendiada y arrastrada por el fango periodístico fuera la posteriormente aclamada como una de las mejores en lengua inglesa del siglo, sino también porque la historia nos demuestra que los críticos del momento (de cada época ante su presente) son, ante todo y en general, expertos en ignorar o no querer ver lo que tienen delante de sus narices, y que casi siempre son las generaciones siguientes las que han de reconocer los méritos de quienes en su momento fueron tachados de pura bazofia o bien simplemente tachados, ninguneados, arrojados a las mesas de saldos. Esto es válido para cualquier época.

Jack Green es un pseudónimo.5 Hijo de la escritora Helen Grace Carslyle, nació alrededor de 1928. Un compañero de habitación de Darien, Connecticut, lo definió como «un superdotado para las matemáticas con un tremendo ingenio y facilidad para tocar el piano». Cursó estudios musicales en la Universidad de Princeton, y al principio de la década de 1950 estudió las teorías psicológicas de Wilhelm Reich además de trabajar en el perfeccionamiento de varias técnicas de juego; como él mismo reconoce en un ensayo autobiográfico también publicado en un número temprano de newspaper: «volví de francia a nueva york ansioso por aprender cómo perder jugando a la ruleta». (En sus escritos Green no utiliza mayúsculas, obvia las reglas básicas de puntuación e introduce largos espacios en blanco para diferenciar las frases.) Después trabajó durante dos años y medio como actuario de seguros en la Metropolitan Life, de donde se marchó impulsivamente un primaveral día de paga de 1957.
newspaper tuvo 17 números que fueron apareciendo sin una periodicidad definida desde 1957 hasta 1962. En ellos Green escribió sobre temas tan variados como los trabajos de Reich, reseñas literarias («a menudo unas pocas palabras a modo de elogio sencillo seguidas de extractos de muestra, dejando que los libros hablaran por sí mismos»), ejemplos desdeñosos de las revistas de la época, textos sobre la inutilidad de votar ilustrados con demostraciones matemáticas, composiciones para piano a cuatro manos, artículos sobre el peyote6 y sobre casi cualquier asunto que se le ocurriera o le cabreara a causa de su hipocresía o falsedad. El prestigioso crítico Donald Phelps calificó newspaper como «el mejor periódico de Nueva York».
Casi desde el primer número el tema de Los reconocimientos de Gaddis fue recurrente en newspaper. Llegó a especularse con que Green y Gaddis eran una misma persona,7 y que el objetivo real de newspaper era sacar del ostracismo la obra de Gaddis. Evidentemente, Gaddis agradecía los esfuerzos de Green, pero su relación fue esporádica y se limitó al intercambio de reseñas, la detección de errores de imprenta en la primera edición de Los reconocimientos y poco más. El empeño de Green era sincero y, desde luego, autónomo. Y aunque focalizó su trabajo en la calidad ínfima de las reseñas que recibió la obra de Gaddis, su objetivo fue en realidad el papel de la crítica literaria en sí. A tal efecto son reveladores los epígrafes en que subdivide este ensayo: «el cliché de la erudición», «el cliché de la dificultad», «el cliché de la compasión», «el cliché de la extensión», «el cliché del punto de vista», «el cliché de lo ambicioso», «el cliché de la primera novela», «el cliché de la falta de disciplina», «el cliché de lo negativo»: la crítica literaria posee una jerga, unos modelos y unos procedimientos estándares con los que valorar cualquier obra y realmente no sabe qué hacer cuando se le pone delante una novela fuera de lo común, como fue el caso. O sí saben: denigrarla a base de clichés. Lean, si no, este ensayo, elaboren una lista de las conclusiones a que llega Green y elijan al azar cualquier novela contemporánea que pueda considerarse canónicamente rompedora; si tuvieron la ocasión de leer críticas sobre ella en su momento, comprenderán de inmediato a qué se refiere Green en el fondo.
Si bien actitudes como las de los críticos norteamericanos de 1955 son ya difíciles de encontrar,8 muchas buenas obras perecen por invisibilidad en los grandes medios. La presión de los grupos editoriales, el desinterés general en la literatura de calidad y la continua desaparición de publicaciones literarias por causas económicas condenan a buena parte de la literatura publicada a una supervivencia mediática semiclandestina, basada en menciones pírricas por parte de reseñistas aficionados en espacios la mayoría de las veces unipersonales. Sin embargo, el ahínco, la ilusión y los medios efectivos con que Jack Green abordó la defensa de una obra capital de la literatura de todos los tiempos tienen hoy día un reflejo indudable en una pequeña aunque creciente parte de la blogosfera, y también en una forma particular de crítica literaria positiva que entre todos hemos dado en bautizar con la expresión «edición independiente».
Jack Green era independiente, estaba solo. Eran él y su indignación contra la corrupción del sistema literario, y su escritura y las horas mimeografiando personalmente sus propias páginas y repartiendo los ejemplares por las librerías de Greenwich Village. Hoy Green tendría un espacio en Internet. Pero probablemente no se dedicaría a denostar libros, autores o editoriales, sino a poner de manifiesto las obras de calidad ignoradas por la crítica «oficial» en favor de libros corrientes y molientes. Y lo haría como en este ensayo, en el que clama por el despido fulminante de quienes tilda de desgraciados: fundamentando su discurso, nunca por capricho.


1 Existe edición española titulada Los reconocimientos (Alfaguara, 1987, traducción de J. A. Santos).
2 Fundada en 1923, de ahí el «extraño» período que abarca la lista.
3 Green.
4 En inglés, periódico.
5 Los datos sobre la historia personal de Green y newspaper provienen del prólogo que Steven Moore hizo a la edición en inglés de diciembre de 1992 de Fire the bastards!, publicada por Dalkey Archive Press (hay reedición de enero de 2012).
6 No hay que olvidar que en esos años se vive la plena eclosión de los fenómenos culturales beatnik, hippy e hipster, y del descubrimiento a nivel masivo de las drogas como catalizadores de la revolución interior.
7 Posteriormente, también se barajó la posibilidad de que Thomas Pynchon fuera en realidad un pseudónimo de William Gaddis…
8 Aunque ¿quién es Michiko Kakutani? Busquen sus críticas en el New York Times del 20 de noviembre de 2006 sobre Contraluz, de Thomas Pynchon, y del 4 de agosto de 2009 sobre Vicio propio, del mismo autor. ¿Qué habría escrito la prestigiosa señorita Kakutani sobre Los reconocimientos en 1955, eh?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen prólogo. Por cierto, citaban a William Gaddis como alguien que tuvo contacto con los "beats" (Kerouac, Ginsberg,... Burroughs aunque no quiera) en el epílogo de "Los hipopótamos..."

¿Sabes algo de esto?

José Luis Amores dijo...

Gracias.

De lo que comentas sólo sé que el personaje de "Esme" en Los reconocimientos esta inspirado en el de Sheri Martinelli, reconocida musa beat que tuvo una relación especial con Bukowski. Hay un libro titulado "Noches de escupir cerveza y maldiciones" que recoge la correspondencia entre ambos, Bukowski y Martinelli. Y conozco esto último porque un amigo que vive en USA me pidió el favor de que le comprara el libro y se lo enviara, cosa que hice y sin apenas hojearlo lo metí en el sobre y voló.

Gaddis fue más bien un quintacolumnista antisistema. Estaba metido, por necesidad, dentro del engranaje y desde ahí lanzó sus ataques. Los beats actuaban desde afuera, con un enfoque distinto.

Anónimo dijo...

Gracias por la explicación.

Acabo de comenzar "Gótico carpintero". Lo primero que me viene a la mente es "Neurosis".

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