Hace un par de meses volví a París y, una vez allí, el deambular me llevó hasta el cementerio de Montparnasse. Pensaba yo que no bastaba con que leyera literatura y escribiera sobre ella sino que también, para sumergirme un poco más en esta locura escasamente colectiva, debería posar en una o dos actitudes literarias de las comúnmente aceptadas, al menos en lo que a signos externos se refiere. Fui también al cementerio de Montparnasse porque antes no había ido a los de Roma, Aix-en-Provence, Londres, Múnich, Berlín, Viena, etcétera, donde, popular y turísticamente, consta que hay tantos hombres de letras enterrados, esperando visitas y fotos. Y además porque había leído aquel texto de William T. Vollmann, incluido en la famosa antología, sobre millones de muertos en el subsuelo de París.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Thomas Pynchon
El maestro
David Foster Wallace
Un discípulo aventajado
Entrevista en origen
A modo de evangelio
Lista de blogs
DATE UNA VUELTA POR ESTOS SITIOS