Con este título tan
cargado de (buenas) intenciones quiero hablar de la penúltima novela
corta de Philip Roth, Indignación, publicada en 2009 por
Mondadori y estupenda como todo o casi todo lo escrito por Roth.
Situémonos.
Verano de 1950, Estados Unidos inmersa en la guerra de Corea. Un
muchacho judío de, otra vez, Newark acaba de terminar el período de
instituto. El padre del muchacho es carnicero kosher y el muchacho le
ayuda en la tienda. Se trata de un joven estudioso, trabajador,
obediente, modélico, pero toda esta información es entregada en
dosis mínimas, poco a poco. El padre del muchacho, inopinadamente,
comienza a temer por su hijo, por su posible muerte. El joven es
admitido en una universidad de Newark. Comienzan las clases, sale con
los amigos de vez en cuando. El padre está por momentos más
angustiado y se enfada con el hijo, a quien casi no permite respirar.
No hay paso suyo que no critique ni sancione, parecería que ha
perdido la cabeza. Conclusión de la situación.
Primeras preguntas.
¿Por qué situar la trama en un período de guerra? ¿Y por qué en
esa guerra y no en la de Vietnam, Afganistán, Irak, etc.? Hay
guerras más populares donde elegir. Roth se garantizaría así un
mayor impacto publicitario: “Otra novela sobre la guerra de...”
De la guerra de Corea la literatura se ha ocupado poco, no se trata
de una contienda cool. De todas formas la guerra en la novela
es una tenue sombra que se cierne sobre el protagonista. El autor no
le da más importancia, no enfatiza el entorno geopolítico lo
suficiente como para que el lector sienta la acostumbrada presión de
las novelas insertas en otras guerras más famosas y mediáticas.
Play. El joven
cambia de universidad huyendo de la insoportable presión paterna. No
soporta la actitud de su padre, como tampoco aguantaba bien ciertas
manías de algunas clientas de la carnicería ni, ahora, el
comportamiento de uno de sus nuevos compañeros de habitación, o la
regla que lo obliga a asistir semanalmente a un servicio religioso
cristiano si no quiere ser expulsado de la universidad, o la actitud
autista del compañero de habitación a la que se ve obligado a
mudarse tras demostrarse imposible la convivencia en la primera.
Stop.
Más preguntas.
¿Estamos ante un joven intolerante? Roth es hábil y pone al lector
de parte del protagonista. Éste, para ayudar a sus padres, a quienes
ama y respeta por más que su padre le haya hecho la vida imposible
en los últimos tiempos, trabaja los fines de semana en un pub, donde
finge no oír las llamadas de desprecio que le regalan de vez en
cuando: “Judío”, claro. Aunque le moleste la obligación
de oír un sermón semanal, accede y entretanto deja vagar su
imaginación por entre las estrofas del himno nacional chino. Si no
se inscribe en la típica fraternidad, no es por una vena misántropa,
sino porque necesita todo su tiempo para ir a clases, estudiar y
trabajar en el pub los fines de semana. No quiere distracciones.
Piensa que, caso de tener que incorporarse a filas, puede hacerlo en
un puesto cómodo y seguro si continúa obteniendo las máximas
calificaciones en sus estudios. Sigue, pues, una estrategia válida y
universal que sólo podría torcerse por la aparición de algún
elemento discordante.
Avance rápido. El
elemento aparece y lleva por nombre Olivia. Chica guapa, cristiana,
de familia adinerada. Una noche salen a cenar y, a la vuelta, ella le
hace al joven una felación. Pausa.
Carrusel de preguntas.
Del protagonista a su nuevo compañero de habitación: ¿por qué? A
sí mismo: ¿por qué? Al lector: ¿por qué? Resumen de respuestas:
¿y por qué no? Es decir, ¿qué hay de malo en ello aparte de lo
que ya (des)aprendimos hay en la práctica de tales aberrantes
desviaciones, además, extraconyugales? Si la novela hubiera sido
escrita on-line y por capítulos, el muchacho hubiera ido recibiendo
múltiples respuestas y apoyos y consejos sobre cómo actuar y quizá
no hubiera sucedido lo que acabó sucediendo (los lectores
comentaristas quizá hubieran convencido a Roth de que alterara el
curso de los acontecimientos), que fue
Salida de campo.
que el muchacho murió. Un año después el joven protagonista reside
en una especie de limbo, muerto, recordando constantemente su breve
pasado (diecinueve años), rebobinando y avanzando, dándole al
pause, condenado a constatar brutalmente los hechos de un
pasado, el suyo, que por más que se esfuerza en comprender no lo
logra y, suponemos, no lo logrará jamás. Allí, donde él está,
“no es la memoria lo borrado[...]:
es el tiempo. No hay interrupción: la otra vida también carece de
sueño. A menos que sea todo un sueño, y el sueño de un pasado
desaparecido permanezca para siempre con el difunto. Pero, sea o no
sueño, aquí no hay nada en qué pensar salvo en la vida pasada”,
loc. 598, “todo lo que
existe es el pasado recordado, no recuperado, ojo, no aliviado de la
inmediatez del reino de la sensación, sino tan sólo reproducido”,
loc. 607.
Retroceso. Roth
inicia la novela con la siguiente cita de E.E. Cummings: “hay
cierta mierda que no voy a tragar”. ¡Ah, de ahí la
indignación!, como una constante que aumenta su valor
relativo conforma la narración va madurando. Por supuesto, el
muchacho es un sujeto perfectamente normal al que se le obliga a
tragar cantidades cada vez mayores de mierda: la carnicería en
verano, las clientas plomazo, el coñazo del padre, las lágrimas de
la madre, el compañero de habitación insoportable, los insultos en
el pub, la asistencia a sermones inservibles, presiones para
socializar más, indiferencia de su compañero ante sus cuitas... y
más y más y más.
¿Dónde está el límite?
¿Cuánta mierda debería tragar antes de plantarse y decir basta ya
y romper el extremadamente delicado sistema de fuerzas que lo
mantiene inserto en la sociedad, a él como a todos los demás?
Porque los demás que son todos menos él tampoco se libran de ese
frenético tragar mierda. La diferencia estriba en que, por lo
general, parecen conformes con su suerte y no hacen nada para
modificar su situación. La, así llamada, gente normal o gente
corriente se comporta de tal forma, aceptan con mayor o menor
indiferencia lo que les viene o les llega haciendo poco o nada al
respecto. La indignación sólo podría aparecer cuando existiera
severo peligro de roce, cuando cupiera la posibilidad de que te
enviasen a Corea en calidad de soldado raso por no asistir a un
absurdo servicio religioso semanal. Pero la manera habitual de
conjurar ese tipo de peligros es la profilaxis: bajarse los
pantalones, ir al servicio religioso; pagar impuestos que se
utilizarán en costear unos servicios de calidad pésima; decir me
gusta cuando en realidad te asquea. Qué más da tragar un poco más,
estamos de mierda hasta las cejas.
Afiche. En un
momento concreto, el muchacho muerto deja de pensar en el pasado y
dice que está solo. A su alrededor no hay nadie. ¿Será la muerte
eso, una rumia perpetua y solipsista de nuestro pasado? No sabe
cuánto tiempo lleva en esa situación, podrían haber transcurrido
miles de años, ni idea. Posiblemente sus padres también estén
muertos, al igual que Olivia. Philip Roth escribe entonces las cuatro
mejores frases de la novela, que son: “¡Mamá! ¡Papá!
¡Olivia! ¡Pienso en vosotros!”, loc. 2278.
Nota: la
abreviatura loc. corresponde a la palabra inglesa location
(ubicación) e indica la línea de la novela en la que se inicia cada
cita si aquélla es leída en formato mobi en un Kindle DX y
con el tamaño de letra por defecto.
6 comentarios:
Bien. Agradecido me deja. Caramba, cuánto me gustan estos comentarios. Ya se puede usted imaginar que me ha convencido para la lectura. Como siempre. loc. 5
He descubierto a Roth a través de esta novela y estoy seguro que no va a ser la última... Bueno la verdad es que ha sido acabarla y empezar "patrimonio", hacía años que no leia dos libros seguidos del mismo autor, pero Roth me ha dejado tan impresionado que ha sido merecedor de este hecho.
Que placer cuando descubres por primera vez a un GRANDE.
Yo que me alegro, amigo mío. Pero por qué Patrimonio, que siendo una buena obra no es desde luego de lo mejor de Roth. Cuando puedas lee la trilogía de Zuckermann, o la del deseo, o la americana. En realidad disfrutarías con cualquier cosa de este hombre...
Un abrazo.
Esta ha sido la primera novela que leo de Roth y seguro que no va a ser la última... bueno... De hecho tras acabar ésta he empezado con "Patrimonio" y hacía años que no leia dos libros seguidos del mismo autor. Pero es que Roth me ha dejado impresionado. Que gran placer cunado descubres por primera vez a un GRANDE.
P.D.:Impagable el pasaje en el que discute con el decano, haciendo referencia al discurso de Bertrand Russell, lo absurdo e innecesario de la religión.
creía no haber pUblicado el comentario anterior y lo he duplicado y ampliado.
A tu pregunta de porque "Patrimanio" Jose Luis solo hay una respuesta: POR CULPA DE MADISON!!! ja ja ja
Pero tranquilo que mi relación con Roth acaba de empezar...
Aunque, cuando acabe esta creo que ha llegado el momento de empezar con algo que tenía reservado desde que me lo regalaron en diciembre: CONTRALUZ.
¡Ah, Madison! Entonces rectifico... De todas formas ibas a acabar leyéndola.
Fardal, conociéndote ya un poco, creo que Contraluz te va a fascinar.
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