Hace algunos meses la editorial Impedimenta publicaba Diccionario de Literatura para Esnobs y (sobre todo) para quienes no lo son y la prestigiosa revista Telva la definía como “una joyita (literaria) sin la que no podrás vivir”. (Seguro que mi jefe en Revista de Letras no ha reparado en este headline, porque de ser así hubiera escrito en algún sitio: “¡Por favooor!”.) Estuve hojeándolo en la Casa del Libro, donde se exponía en una sección dedicada a gourmets literarios o a lectores que ya están de vuelta de todo o aparentan estarlo. Muy chulo el libro y muy francesa la actitud de escribirlo (el autor es Fabrice Gaignault; si fuera británico o estadounidense, no digamos ya español o latinoamericano, seguro que no iría por la ¡segunda edición!), pero mejor el prólogo de José Carlos Llop, quien tiene entrada propia en el Diccionario y lo agradece e incluso explica los motivos de su inclusión. No tengo el libro, aunque lo he ido leyendo a trozos o a saltos en visitas sucesivas a librerías —en una especie de lectura fragmentaria y gratuita propia de esnobs tipo Gollum—, por lo que no sé o no recuerdo si Stewart Home figura en la lista supuestamente esnob de Gaignault.
Imaginemos una tira cómica en la que un trendsetter se mete dos dedos en la boca y silba con fuerza y grita: “Hey you guys here’s another cult writer you hafta read!”, y en la siguiente viñeta un montón de gente —de toda edad y condición, podemos ver hasta un carro de la compra a toda pastilla— sale en estampida en busca del “nuevo” escritor de culto y casi pisotea al trendsetter, que queda algo maltrecho por los empujones y dice: “Y eso que se suponía que aquí nadie lee…”. Sí, todo esto es muy irónico. Será que el lector se ha cansado de lo de siempre —¡aleluya!— y demanda emociones fuertes y también saberse distinguido con un conocimiento hasta ahora preservado del mainstream por un exclusivo club compuesto de unos pocos, y raros, avaros culturales privilegiados sin la más mínima intención de ejercer algo parecido al marketing.
El esnobismo ya no es lo que era y poseer determinados conocimientos culturales —ergo, atesorar, leer y disfrutar de cierta literatura— está ya casi al alcance de cualquiera, y los lectores que siguen desperdiciando su tiempo y su capacidad en otras lecturas más prosaicas y mundanas no lo hacen por un rechazo genuino a los (high) cult, sino más bien por no haber encontrado al bookhunter adecuado —llamadme optimista—, o al sherpa más idóneo. Pero, diccionarios impresos aparte, Internet es el sucedáneo ideal de un guía de carne y hueso. Por ejemplo: 194 autores de culto para leer hasta reventar, más 67 libros de culto cuyos autores no alcanzan el estatus necesario para ser considerados autores de culto. En esa lista sí está Stewart Home. No en esta otra, que quizá sólo incluía una reducida nómina de alguna manera santificada en aquel momento por los criterios editoriales patrios y por la lenta, aunque segura, penetración del concepto de “culto” y sujetos objeto de culto en nuestro enrevesado idioma. O quizá porque la razón de ser principal de la literatura de Home sea cargarse la literatura.
Kiko Amat, en el prólogo a Memphis Underground, dice que esta novela no es exactamente una novela sino una refutación de las novelas. Stewart Home, “enemigo declarado del establishment literario y pesadilla hecha realidad de Martin Amis, Salman Rushdie y The Times Literary Suplement (lo sería también del Babelia si supieran quién es él y a qué dedica el tiempo libre), se define como comunista, enemigo de la burguesía, azote del arte y de la hegemonía del arte serio. Es un punk rocker legítimo y ex skinhead ilustrado mutado en artista guerrillero, y por tanto una de las metas de su trabajo es asquear lo máximo posible a la academia, a los críticos y al resto de literatos”. Fantástico, really cool, no es de extrañar que sea cult. Y me pongo a leer Memphis Underground con la vaga idea de que se me caerá de las manos a las pocas páginas.
La historia es la de Home o de alguien que se le parece en una época “actual” y la de Home o de ese alter ego suyo en una época anterior que en un momento dado confluye con la primera. Hay un montón de música ahí dentro, supervivencia mundana, excedencias vanguardistas, performances que no son tales, bolos literarios y bastante miseria underground. También un continuo viajar, sexo bizarro, escatología cotidiana, debates sobre la alta cultura, críticas literarias y todavía más autores de culto —la novela es en sí misma otro manual imprescindible de literatura cult—. Y por encima de todo lo que hay es la historia de un auténtico asalto a la cultura. No es un libro fácil. Pero no es un libro extremo ni por supuesto un libro malo sino todo lo contrario. Que no diga a las claras que es un libro magnífico o excelente es porque este libro de Home es en realidad un antilibro: en la portada puede leerse, a modo de etiqueta alrededor de un CD, esta frase de Javier Calvo: “Stewart Home es un anticristo de la literatura que simplemente no puedo parar de leer”. De ahí y de allá que Memphis Underground sea una excelente… antinovela.
Decía que las dos historias llegaban a confluir aunque eso es inexacto. Nunca lo hacen, una casi llega a tocar la otra pero antes de hacerlo se desvía hacia un irrealismo profundo, mientras que ésta alcanza al presente, le da caza y lo incorpora en sus páginas: el lector asiste a la propia escritura de la antinovela:
Fantástico. Y aún mejor:
¿A quién se parece? A Stewart Home. Me refiero a escritores. ¡Ah! Pues, no sé, forzando mucho las comparaciones diría que a un Bret Easton Ellis menos gore y bastante outsider, a un Houellebecq despojado de histrionismos y de poses, a un hermanastro bastardo de Martin Amis capaz de mirarlo por encima del hombro desde un mundo divergente al suyo, a un inmigrante de London Fields que no juega a los dardos ni come empanadas ni por supuesto se pone ciego de curry, a un hijo de la medianoche europea, a un cuarto de personaje de Egolf. También, por si sirve, en caso de que haya sellos de Baudrillard, Home sería a la vez destino y matasellos.
En todo caso Memphis Underground, como trabajo de destrucción literaria que desde su páginas trata de desmitificar tanto la propia literatura como sus élites y vanguardias, es un trabajo fallido, por mucho que rompa reglas, destroce géneros y mezcle conceptos. Si existe algo llamado antiliteratura, ejemplos como el expuesto no refutan la “antigua” religión: la perpetuán, aunque sea en su fase de agotamiento. Stewart Home será el anticristo de la literatura, no me cabe duda, pero lo suyo es literatura, de las mejores.
Imaginemos una tira cómica en la que un trendsetter se mete dos dedos en la boca y silba con fuerza y grita: “Hey you guys here’s another cult writer you hafta read!”, y en la siguiente viñeta un montón de gente —de toda edad y condición, podemos ver hasta un carro de la compra a toda pastilla— sale en estampida en busca del “nuevo” escritor de culto y casi pisotea al trendsetter, que queda algo maltrecho por los empujones y dice: “Y eso que se suponía que aquí nadie lee…”. Sí, todo esto es muy irónico. Será que el lector se ha cansado de lo de siempre —¡aleluya!— y demanda emociones fuertes y también saberse distinguido con un conocimiento hasta ahora preservado del mainstream por un exclusivo club compuesto de unos pocos, y raros, avaros culturales privilegiados sin la más mínima intención de ejercer algo parecido al marketing.
El esnobismo ya no es lo que era y poseer determinados conocimientos culturales —ergo, atesorar, leer y disfrutar de cierta literatura— está ya casi al alcance de cualquiera, y los lectores que siguen desperdiciando su tiempo y su capacidad en otras lecturas más prosaicas y mundanas no lo hacen por un rechazo genuino a los (high) cult, sino más bien por no haber encontrado al bookhunter adecuado —llamadme optimista—, o al sherpa más idóneo. Pero, diccionarios impresos aparte, Internet es el sucedáneo ideal de un guía de carne y hueso. Por ejemplo: 194 autores de culto para leer hasta reventar, más 67 libros de culto cuyos autores no alcanzan el estatus necesario para ser considerados autores de culto. En esa lista sí está Stewart Home. No en esta otra, que quizá sólo incluía una reducida nómina de alguna manera santificada en aquel momento por los criterios editoriales patrios y por la lenta, aunque segura, penetración del concepto de “culto” y sujetos objeto de culto en nuestro enrevesado idioma. O quizá porque la razón de ser principal de la literatura de Home sea cargarse la literatura.
Fotografía: Marc Atkins |
La historia es la de Home o de alguien que se le parece en una época “actual” y la de Home o de ese alter ego suyo en una época anterior que en un momento dado confluye con la primera. Hay un montón de música ahí dentro, supervivencia mundana, excedencias vanguardistas, performances que no son tales, bolos literarios y bastante miseria underground. También un continuo viajar, sexo bizarro, escatología cotidiana, debates sobre la alta cultura, críticas literarias y todavía más autores de culto —la novela es en sí misma otro manual imprescindible de literatura cult—. Y por encima de todo lo que hay es la historia de un auténtico asalto a la cultura. No es un libro fácil. Pero no es un libro extremo ni por supuesto un libro malo sino todo lo contrario. Que no diga a las claras que es un libro magnífico o excelente es porque este libro de Home es en realidad un antilibro: en la portada puede leerse, a modo de etiqueta alrededor de un CD, esta frase de Javier Calvo: “Stewart Home es un anticristo de la literatura que simplemente no puedo parar de leer”. De ahí y de allá que Memphis Underground sea una excelente… antinovela.
Decía que las dos historias llegaban a confluir aunque eso es inexacto. Nunca lo hacen, una casi llega a tocar la otra pero antes de hacerlo se desvía hacia un irrealismo profundo, mientras que ésta alcanza al presente, le da caza y lo incorpora en sus páginas: el lector asiste a la propia escritura de la antinovela:
Y bueno, también estoy trabajando en una novela llamada Memphis Underground que trata sobre cómo los guetos y los barrios residenciales se crean los unos a los otros. [p. 225, dentro de una entrevista que no tiene desperdicio.]
Nos dirigimos a Hackney, donde me entrevistaron sobre los muchos años que pasé en las viviendas de protección social del East End. Había mucho que decir al respecto, y había pensado muchas veces sobre el tema porque empleaba esas experiencias como material para el libro que estaba escribiendo —y que ahora vosotros estáis leyendo—, titulado Memphis Underground. Quizá deba explicar que Memphis Underground no es exactamente una novela. He dado a luz varios textos publicados como novelas que en realidad son otra cosa. Después de Joyce, después de Finnegans Wake, escribir novelas no tiene sentido. La literatura está muerta. La única literatura que me interesa es más antiliteraria que literaria. [p. 231.]
Ente otras cosas, no puedo evitar integrar en mis libros lo que ocurre en y alrededor de mi escritura, pues mi ficción surge de ahí. Mucha gente piensa que los escritores se sientan en casa y escriben, pero como cualquier otra persona, pasan la mayor parte de su tiempo metiéndose prisa. Como siempre, y ahora también, escribo sobre escribir. … Esto es lo que hago, lo que hacemos, tan simple y misterioso como respirar. Pura superficie. Tanto el lector como el escritor ESTÁN “implicados”. [p. 392.]
Nos dirigimos a Hackney, donde me entrevistaron sobre los muchos años que pasé en las viviendas de protección social del East End. Había mucho que decir al respecto, y había pensado muchas veces sobre el tema porque empleaba esas experiencias como material para el libro que estaba escribiendo —y que ahora vosotros estáis leyendo—, titulado Memphis Underground. Quizá deba explicar que Memphis Underground no es exactamente una novela. He dado a luz varios textos publicados como novelas que en realidad son otra cosa. Después de Joyce, después de Finnegans Wake, escribir novelas no tiene sentido. La literatura está muerta. La única literatura que me interesa es más antiliteraria que literaria. [p. 231.]
Ente otras cosas, no puedo evitar integrar en mis libros lo que ocurre en y alrededor de mi escritura, pues mi ficción surge de ahí. Mucha gente piensa que los escritores se sientan en casa y escriben, pero como cualquier otra persona, pasan la mayor parte de su tiempo metiéndose prisa. Como siempre, y ahora también, escribo sobre escribir. … Esto es lo que hago, lo que hacemos, tan simple y misterioso como respirar. Pura superficie. Tanto el lector como el escritor ESTÁN “implicados”. [p. 392.]
Fantástico. Y aún mejor:
Una mañana decidí dejar de escribir. … Mi contribución a la ficción de vanguardia es anunciar su agotamiento, que es sólo otra forma de proclamar que tiene que vivir su propia muerte, ya que hay agotamientos y agotamientos; así como existe el letargo, la languidez y la lasitud. Mi predilección por la indolencia aún no es idéntica al debilitamiento de la antiliteratura. No tengo ni un mísero boli, pero basta ya de nostalgia. … Los críticos de prensa no tienen ni idea de dónde vengo, pueden estar perfectamente cualificados para juzgar literatura para mujeres y literatura para tíos, pero no disponen de referentes a la hora de abordar mis novelas. Están perdidos. Incluso los que leen la literatura adecuada para otorgar algo de sentido a mis actividades, a menudo pierden el referente ya que … he cruzado la experimentación estilística con la narración popular. Después de releer la línea precedente con un ánimo que se aproximaba al desdén, me levanté y me hice un sándwich. … Escribir era un trabajo demasiado duro, sobre todo prosa como la parodiada ahí arriba, que ni siquiera emplea la separación por párrafos habitual. Si iba a escribir con intención de publicar, emplearía párrafos cortos que inflasen el producto final. Os sorprendería saber cuántas páginas extra se crean cuando utilizas párrafos cortos; los pequeños sangrados al principio y el espacio de la última línea al final hacen que un libro parezca mucho más extenso de lo que en realidad es. Más aún, el lector cree haber logrado algo al concluir trescientas páginas de epopeya, cuando casi todo lo leído eran espacios en blanco. El diálogo es una forma particularmente buena de alimentar semejantes ilusiones.
[pp. 274-277.]
—Que te jodan a ti también —grito Claire.
[pp. 274-277.]
¿A quién se parece? A Stewart Home. Me refiero a escritores. ¡Ah! Pues, no sé, forzando mucho las comparaciones diría que a un Bret Easton Ellis menos gore y bastante outsider, a un Houellebecq despojado de histrionismos y de poses, a un hermanastro bastardo de Martin Amis capaz de mirarlo por encima del hombro desde un mundo divergente al suyo, a un inmigrante de London Fields que no juega a los dardos ni come empanadas ni por supuesto se pone ciego de curry, a un hijo de la medianoche europea, a un cuarto de personaje de Egolf. También, por si sirve, en caso de que haya sellos de Baudrillard, Home sería a la vez destino y matasellos.
En todo caso Memphis Underground, como trabajo de destrucción literaria que desde su páginas trata de desmitificar tanto la propia literatura como sus élites y vanguardias, es un trabajo fallido, por mucho que rompa reglas, destroce géneros y mezcle conceptos. Si existe algo llamado antiliteratura, ejemplos como el expuesto no refutan la “antigua” religión: la perpetuán, aunque sea en su fase de agotamiento. Stewart Home será el anticristo de la literatura, no me cabe duda, pero lo suyo es literatura, de las mejores.
7 comentarios:
Esto no se entiende 'a un inmigrante de London Fields que no juega a los dardos ni come empanadas ni por supuesto se pone ciego de curry, a un hijo de la medianoche europea'
Saludos.
J.
La lista de escritores de culto está incompleta y desfasada. No incluye a Danielewski, http://www.guardian.co.uk/books/2011/nov/22/mark-z-danielewski-serial-novel-the-familiar ni a Bolaño pero mete a Hemingway y a Murakami.
Me apunto Memphis. Gracias.
“London Fields” es la novela más celebrada de Martin Amis, editada aquí por Anagrama con el título “Campos de Londres”. En ella hay un personaje barriobajero llamado Keith que vive en los bloques de protección oficial, bebe cerveza a lo bestia, su mujer le pega a la niña, su dieta se basa en empanadas de carne y se mete cantidades insanas de curri entre pecho y espalda, también juega a los dardos. Home es el azote de Amis. Y lo de hijo de la medianoche viene del título de la novela de Salman Rushdie, “Hijos de la medianoche”, novela que recomiendo, al igual que “Campos de Londres”. Más que nada lo escribí porque los reversos se tocan.
Danielewski es un crack. Gracias por el enlace.
Casualidad la estuve hojeando este fin de semana en una librería. No sé, creo que no me convence.
(en una librería en Dublín, dividían la literatura en tres secciones: "general fiction", "literature" (=los clásicos,me encanta que la separen del resto) y "cult fiction".
Arte
Querida Arte, hace un siglo en esa librería de Dublín, en el apartado de "cult fiction" (que desde luego es una label tremenda, genial) hubieran colocado nuestro querido "Ulises". Con esto no quiero equiparar la novela de Home con la de Joyce, ni mucho menos. Yo empecé a leer a Joyce después de darme atracones de narrativa posmoderna supuestamente mucho más experimental que la joyceana, y después leí Ulises, y qué quieres que te diga, Joyce no tenía en mente al lector en tanto que propietario de un bolsillo cuando escribió su obra maestra, y desde luego Home tampoco. Joyce puso en jaque la narrativa clásica, y se la cargó (el mercado todavía no se ha enterado, es muy duro de mollera), y lo que viene a decir Home es que desde aquello la literatura posterior no tiene sentido. Es, desde luego y a mi juicio, una exageración, una aberración si me aprietas, pero sus planteamientos merecen ser escuchados. Además es muy divertido.
Un abrazo.
Lo mejor de todo esque Stewart Home no se toma en serio a si mismo! Y lo mismo debemos hacer todos para entenderlo mejor...
Oh... Y no hay nada que le guste mas que un buen curry y mucho humus!
Genial entonces lo del curry (lo decía por aquel Keith al que le lloraban los ojos por el curry en London Fields).
Creo que Home is coming Home.
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