2 jun 2011

La verdad está ahí fuera

“La verdad está ahí fuera.”

X-Files

No, la crítica —entendida como interpretación de la obra y como su puesta en relación con los entornos y materiales de que ésta se apropia— no está ahí fuera, ni aquí tampoco. No, los lectores —interpretados como seres autónomos que leen, no buscando en la literatura nada más allá del goce intelectual y/o estético— tampoco parecen estar por aquí. No, por “aquí” no me refiero solamente a este blog, sino también a todos los demás y a las revistas digitales (meros blogs comunitarios). No, no voy a decir que la verdad esté en el viejo mundo del papel (¿algún lector lo compra todavía?, mejor dicho: ¿algún lector lo lee todavía?), ni tampoco en el aún más decrépito de los actos literarios (¿algún lector va a alguno todavía?, ¿sabe siquiera el lector que existen?). No, tampoco busco la verdad fuera del mundo digital; fuera del mundo digital la verdad es un patchwork de mensualidades, corrupción, frustraciones y supermercados. En realidad la verdad no me interesa. Lo que me interesa es analizar cómo se fabrica eso que se denomina verdad.

El medio

Asumamos que los medios digitales no están verdaderamente integrados en el ecosistema literario —no todavía, queda mucho por deshacer, por destruir y corromper y derribar, queda todavía mucho engaño por hacer tragar y mucha soledad auténtica que inculcar—, seamos conscientes de que el ruido internauta no se traduce en resultados en el mundo real, físico, en el mundo de las cifras. Admitamos que la gran mayoría de lectores de contenidos digitales literarios son a la vez creadores de contenidos digitales literarios o creadores de contenidos literarios a secas. Aceptemos que parte de esos creadores/lectores de contenidos digitales literarios lo son también de contenidos literarios físicos, en papel, y que esa doble condición es dictada por una o varias necesidades —profesional, económica— que rara vez incluyen el simple deseo de expresarse (artístico). Que el canal digital ha venido a dar voz a quienes por razones de edad, intrusismo, saturación del sector, etc. no lograban encontrar un hueco adecuado en el viejo mundo del papel. Y que el canal ha sido mero medio para que éstos, los creadores sin hueco, lograran un nombre digital que, a fuerza de ser repetido hasta el hartazgo, se convirtiera en renombre y así romper la membrana que todavía separa lo digital de lo físico, lo declaradamente marginal de lo celebradamente respetable.

Los materiales

No los critico, y si así fuera, tampoco serviría de nada. Lo que quiero es poner de manifiesto cómo se construye una verdad mediante la amalgama de medias verdades, antítesis, exageraciones, medias mentiras y un montón de horas aporreando un teclado delante de un monitor. No parece difícil. Schopenhauer reduciría la cuestión a un problema de voluntad y representación. Voluntad de hacerse con un PC y una conexión a Internet, de leer mitades de obras literarias consagradas y tercios de obras literarias no consagradas pero actuales —extrapolar los sobrantes, sobre todo en estas últimas, es cuestión de representación—. Voluntad de escribir frases más o menos inmodestas sobre esas obras novedosas, a ser posible poniéndolas en relación con aquellas obras consagradas. Voluntad de hacerlas públicas mediante la reserva de un espacio propio (v.gr. blog) y replicarlas en uno o varios espacios compartidos, comunitarios (revistas). Si no se dispone de alguno de estos materiales, siempre habrá forma de paliar esa deficiencia mediante el préstamo, por un lado, y, por otros, el aprendizaje y la postulación. No saber cómo escribir será, probablemente, el escollo cuya elusión plantee mayores dificultades, pues a la falta de talento y creatividad se unirá la inexperiencia y, sobre todo, la fiebre por publicar cuanto antes. No pasa nada: mientras en el espacio propio se van ofreciendo a un improbable público muestras de dilentantismo, el neófito recurre a organizaciones cuyo objetivo es la enseñanza del oficio. Una buena solución parece ser los cursos ofrecidos por la prestigiosa revista digital Culturamas. Allí los aprendices de crítico/escritor encontrarán talleres (intensivos o trimestrales…) de redacción ¿2.0?, de redacción y estilo (éste es algo más avanzado que el anterior), de lectura profesional —sí, aún se puede cobrar por leer… tanto como por escribir; pero sería algo así como cobrar por asistir al rodaje de una película porno, y bastante más aburrido—, de crítica literaria —que incluye los contenidos del de lectura profesional, es decir, el asunto monetario—… Son geniales estos cursos. El Taller intensivo de redacción 2.0 enseña, entre otras cosas, cómo redactar con estilo 2.0 y las diferencias entre blogs de izquierdas y blogs de derechas, y el de crítica literaria ofrece un “panorama editorial español”. Si no se dispone de fondos para asistir a estas clases magistrales, cabe esperar su puesta a disposición pública en Megaupload, recurrir al plagio, a la mistificación o andarse por las ramas (eterno retorno). En definitiva, nunca fue tan fácil introducirse en un mundo antaño reservado a la mendicación por entre mesas de café.

El público

Pero escribir sin tener lectores es como conducir por la parte manchega de la A4: un aburrimiento. Para solucionar este pequeño inconveniente, el crítico abre cuenta en facebook y se entrega a un desenfreno de clics sobre un botón que encuentra en la parte superior de todo perfil con aire vagamente literario:


Ni Roberto Carlos lo habría pensado mejor. Después ya sólo es cuestión de que el crítico vaya animando su muro con enlaces, vídeos, fotografías, pensamientos, detalles íntimos y noticias estratégicas sobre su evolución profesional. Esta táctica se complementa con otras, por ejemplo seguir otros blogs. En la medida de sus posibilidades, Google procura paliar la soledad del crítico underground mediante herramientas ad-hoc. En concreto, a los seguidores los define como “personas interesadas en tu blog”, y amplía: “¿Quieres saber quién lee regularmente tu blog y desarrollar una base de seguidores públicos de tu blog? Ahora puedes hacer esto y mucho más con la función "Seguir" de Blogger. En Blogger, los usuarios pueden seguir públicamente cualquier URL para decirle al autor del blog y al mundo que son seguidores. Con el gadget "Seguidores" puedes mostrar a los Seguidores del blog en el mismo para que quede constancia de su popularidad y que más usuarios se animen a estar al día de tus entradas”. Si, repeticiones al margen, la gramática más parda no le ha jugado una mala pasada al redactor de este breve párrafo, es explícito el ánimo a “seguir” a otro para dejar constancia de “su popularidad”, la del seguidor, pues se supone que la del creador salta a la vista. Así, es habitual encontrarse con seguidores profesionales, zahoríes natos de lo que cabría denominar “seguimiento de retroceso” o “seguimbiosis” —seguimiento simbiótico—, versión 2.0 del famoso proverbio “hoy clic por ti y mañana por mí”.

La temática (o línea editorial)

Quizá sea esta formalidad la que menos dudas ofrezca en nuestro intento de delinear el andamiaje de la verdad. No sin, de vez en cuando, ofrecer textos basados en literaturas “pasadas de moda” —con el ánimo de ir sentando unas mínimas bases no ya de erudición sino de información y caracterización de su perfil—, le noveau critique se decanta por el diálogo alrededor de obras de tinta fresca. Esto no quiere decir, naturalmente, que haya agotado la lectura y comprensión de toda la literatura anterior a lo más nuevo: en un mundo hiperconsumista dominado por la novedad continua, por la bulimia literaria de lo más reciente, la deglución de obras con más de algún que otro mes de antigüedad le parece a nuestro sujeto analizado un suicidio profesional, un estar fuera de onda, un perder la oportunidad de ser el primero que… Así, elegirá la crítica apresurada de lo último de lo último y, a ser posible, producido por sujetos susceptibles de ser aguijoneados por la pulsión del agradecimiento, de actuar en favor de aquel que ha tenido la amabilidad de hablar bien de ellos; de nuevo quid pro quo.

D-Generation

Por todo ello los medios críticos basados en lo digital han entrado en una fase de decadencia acelerada cuando, paradójicamente, todavía no habían sido capaces de derribar totalmente las estructuras mediáticas del pasado. Ningún lector puro lee crítica en papel, y ya tampoco en pantalla, dadas las decepciones sufridas a raíz de seguir los consejos de esta nueva casta de crítica replicante. El consumo de entradas, artículos, posts, textos digitales ha quedado reservado, pues, al círculo de sus creadores. A no ser que la publicación de turno haya sido capaz de destacar por algún elemento excéntrico a lo literario —humor, diseño, concursos, insultos y otras desviaciones—, el cupo máximo de posibles lectores se reduce casi al propio universo blogger.

Ésta es la verdad, aunque quizá no cupiera otra diferente. Si se analiza el perfil medio del internauta a través de estadísticas de búsquedas, de patrones de comportamiento, edades, sexos, geografía, etc., no es difícil entrever una clara separación entre el universo lector clásico y el nuevo lector a la vez internauta, siendo brutalmente dispar la proporción entre ambos tipos. El lector clásico es legión y sus pautas de consumo continúan estando dirigidas por criterios puramente mercadotécnicos tales como la distribución y el posicionamiento en lineales. Este tipo de lector desconoce la opinión de la crítica —y ni siquiera le interesa saberla— acerca de los libros de, por ejemplo, Rosa Montero o Javier Marías. Al otro tipo de lector, quizá más informado, no le es necesaria esa opinión ajena, pues tiene la suya propia —esté basada en el conocimiento directo o en el prejuicio—, y si la consume ocasionalmente (me refiero a la crítica sobre este tipo de escritores) es por mero divertimento. Por lo tanto al crítico digital, si de veras quiere ser escuchado, no le queda otra que reducirse a sí mismo al universo mindundi, convirtiéndose a su vez en chamán mindundi, y rodeándose de masas mindundis: sólo mediante una degeneración (D-Generation) consciente y concupiscente tendrá la oportunidad de romper la membrana mencionada más arriba y saltar al universo del papel; desde allí, aparte de conseguir alguna calderilla, podrá seguir hipnotizando a la pequeña masa, que continuará reptando por entre direcciones htttp; nadará, nunca mejor dicho, entre dos aguas, pero ahora parte de sus comentarios se dirigirán al siguiente anillo de mindundis, en una sucesión que seguramente terminará con la publicación de una novela, libro de relatos, poemario, ensayo, etc., y/o con la muerte.

Fin

Para tocar los cojones de esta manera me baso exclusivamente en datos empíricos. Hubo un tiempo —ya lo he contado aquí— en que tuve tratos con la galaxia mindundi desarrollada en papel. El aburrimiento y la falta de objetivos literarios personales hicieron que me escabullera en el primer recodo que me pareció atractivo. Cuando no deseas nada más allá de leer y quizá escribir por mera diversión, es difícil seguir el ritmo de según qué derivas grupales o tribales. Probablemente los problemas aparezcan cuando lo que te lleve a integrarte en la grey literaria sea la necesidad de feedback y no una verdadera admiración por la obra de los sujetos a quienes públicamente tributas admiración. En un mundo sin exigencias materiales, la aplicación del adagio “Si tú me dices ven, lo dejo todo” provocaría una auténtica masificación de lo artístico, más aún de lo que ya parece estarlo. La literatura cree necesitar urgentemente nuevos profesantes, conversos desde un materialismo dominador cuyas satisfacciones son tan efímeras como una gota de agua en el desierto. De ahí la sensación de evangelización constante. Y cuando aparece un simulacro de nuevo apóstol, por más que sea evidente su condición no facultativa, a los ya practicantes expulsarlo les resulta más una locura que un modo de protegerse contra los virus de la bajeza y la mediocridad. Se necesitan nuevas vocaciones y no limpiezas étnicas —que, además, diezmarían a la población literaria censada como tal en la actualidad—. Por lo que, a poco que consiga poner predicados tras un verbo, el aspirante al reconocimiento digital lo tiene todo de cara: el viento, la tribuna, los clics y los tweets…

Una forma de pasar el tiempo como otra cualquiera. Antes, el ocioso daba de comer a las palomas, hacía autodefinidos e incluso leía novelas. Ahora, el antaño paseante descarga películas con Emule que nunca llegará a visionar, hace clic en botones como el indicado más arriba y confunde la crítica literaria con las sopas de letras. No nos damos cuenta, pero estamos ante una auténtica versión del más perfecto juego de rol literario jamás inventado. Todos juegan a ser lo que no son, y todos fingen no darse cuenta: el escritor que no lo es disimula ante el crítico que no es crítico, y ambos hacen como que no se dan cuenta de que el lector en realidad no está leyendo ni el libro de uno ni la crítica del otro, sino que está intentado aprender cómo convertirse él mismo en crítico, o quizá en escritor, lo mismo da.

12 comentarios:

Sargento dijo...

Y quién no es adicto al "feedback". Ahí esta la clave y tú das con ella. Lo que dices es cierto. Me lo leí hasta el final (muy bueno)pero, claro, yo tengo un blog.
La Sargento Margaret.
PD: Amores: No somos nadie.

Roque P. dijo...

Si has dejado a los mindundis (Mora y otros blufs) se abre un camino serio ante tí.

Edda dijo...

Pues no tengo más remedio que darle la razón. Ahora mismo opino como lectora resentida. Cansada de leer a escritores, no que no lo son como dice usted, sino a los que tienen una atención mediática (para mí) inmerecida. Quizás alzados por críticos que no lo son en realidad, no lo sé.
Yo sí leo críticas y reseñas, digitales y en papel. Créame que me he sentido igual de engañada en ambos medios. Al igual que por mi cuenta descubro lecturas con las que disfruto, creo que obviaré las críticas y reseñas, y si me equivoco en mis lecturas será por mi cuenta y riesgo.
También es cierto que con el tiempo aprendes en qué críticos y reseñistas puedes confiar y en cuales no.
Un saludo.

José Luis Amores dijo...

No somos nadie, en efecto, querida Margot. Hoy el blog es un complemento afectivo más. Se acabó la época en que se distinguía entre espectáculo y audiencia: ahora esta última ha irrumpido en el plató y las gradas están vacías. Todos nos miramos desde tan cerca que sólo reconocemos a quienes tenemos al lado… Tú escribes para darme cuentas (a mí entre otros) de la degeneración editorial, y yo escribo para darte cuentas (a ti, entre otras) de que escribimos para que ambos (y los demás) abramos un poco más los ojos. Google lo sabe y está preocupada. De hecho ha producido un vídeo recientemente (http://www.youtube.com/watch?v=hPhFc6GqVdU) para intentar parar la considerable ralentización en la creación de blogs y el descenso de lecturas. Por ahora tenemos suerte, estamos lejos del abandono. La fidelidad de neustros lectores se deberá a factores ajenos al feedback: decimos lo que nos da la gana, no hay deudas pendientes ni forma ni intención de contraerlas.

Roque, gracias por comentar, pero debo romper una lanza a favor de Vicente Luis Mora. Aunque últimamente no se prodigue en los análisis que nos hicieron reparar en él, pienso que la etapa es temporal. Además, sigo manteniendo que su colección de relatos “Subterráneos” es de gran calidad. Hay blufs auténticos, o mindundis, que sí están siendo aupados al circo con la ayuda interesada de sus semejantes. Ellos sí provocan un daño real y medible a la escena literaria de este país.

Edda, tus experiencias me abren las carnes. No sé qué decir que no haya sido ya dicho por activa y por pasiva. Espero no escribir nunca sobre obra alguna que pudiera defraudar por su mala calidad. De hecho, la tasa de abandono de lecturas hispánicas que ostento últimamente es escandalosa. Y que conste que no me guío por recomendación crítica alguna, sino por la mera sucesión de publicaciones. Si no escribo sobre ellas es por no perder el tiempo y porque creo que la omisión es ya una crítica en sí misma.

Edda dijo...

José Luis, antes de ofenderse relea el último apunte de mi comentario. También sé interpretar las omisiones.

José Luis Amores dijo...

No, no, qué va, si no me he ofendido, al contrario: me he preocupado porque pudieras haber leído algo recomendado por aquí de lo que te hubieras arrepentido por ser de mala, ínfima calidad. Gracias de nuevo por el comentario.

blumm dijo...

Me acerco aquí gracias a Google Reader. Pero no por suscripción sino porque un amigo ha compartido la entrada.
Me suscribo.
Los blogs literarios que no encuentran papel son habitaciones muy cerradas, muy enrarecidas y muy suyos. Solo se entienden ellos y ellos se dicen a sí mismos qué hay que entender para no ser del montón.
Los blogs literarios selectos creen que están escribiendo la historia de la literatura.
Yo no digo ná. Yo solo digo lo que Thoreau en Walden, que seguro has leído: "Durante el primer verano no leí libros, planté judías".
Encantado de haber dado contigo, amigo.

José Luis Amores dijo...

Muchas gracias por comentar, Blumm. Y qué oportuno que traigas a Thoreau precisamente en este tema, tan desobediente a esquemas que, si se les permite, pasan a convertirse en dogma. Leí Walden hace mucho, pero ahora, hojeándolo para encontrar tu referencia, dejo de un lado la búsqueda y me entran ganas de releerlo, pues me acuerdo de muy poco... Definitivamente, lo echo en la cartera con los demás.

Un saludo.

La Medicina de Tongoy dijo...

Bueno, yo sí compro revistas en papel. Dos, además. La Quimera y la Que Leer (ayer una y hoy la otra). ¿Por qué? Pues porque para ir al baño son ideales. Tienen el tamaño justo para cubrir mis necesidades más básicas.

Y ahora una cita:

“Yo he sido profesor de literatura inglesa, durante veinte años, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Siempre les he dicho a mis estudiantes que tengan poca bibliografía, que no lean críticas, que lean directamente los libros; entenderán poco, quizá, pero siempre gozarán y estarán oyendo la voz de alguien. Borges (Obra Crítica)

José Luis Amores dijo...

Pero, Carlos, si esas revistas no dicen nada, son mero anuncio... Y respecto de Borges, sí, era un tanto cínico, como todos en definitiva.

Un abrazo.

H. dijo...

Muy, muy buen diagnóstico. Divertidísimo de leer además. Me declaro culpable de todo lo enunciado, excepto de leer el último grito de la moda para reseñarlo en mi (insoportable) blog. Si me comienza a pasar eso último y todavía no le he vendido el alma a Satán, lo cerraré. Pero no garantizo nada.

José Luis Amores dijo...

Gracias por la lectura y el comentario, H. He investigado algo y Satán no existe, te lo aseguro. Por lo que he podido averiguar, en un momento dado hizo falta alguien que contrarrestara determinada fuerza y los guionistas pensaron en él, que además estaba sin trabajo y con ganas de marcha.

Saludos.

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