3 mar 2012

Blogs influenza

Este post es brutalmente largo y además en él digo —pero mayormente transcribo—cosas políticamente incorrectas aunque creo que de esa forma anti-antipática que me dicen tengo de decir las cosas que molestan o podrían molestar. Lo escribo rápido como contestación a una pregunta de otro blogger, Bernardo o Blumm, acerca de un encuentro sobre blogs literarios celebrado el sábado día 3 de marzo en el Medialab Prado de Madrid. Objetivo: “analizar la influencia de los blogs en la narrativa tradicional”. La pregunta de Blumm es, más o menos: ¿qué opino yo de todo esto?

Y lo que opino yo de todo esto —al menos en la parte que me interesa— es que los blogs “literarios” son la gripe de la crítica literaria entendida como esa relación unívoca y tradicional entre los árbitros culturales —los críticos— y la masa lectora. En un ámbito de público tan reducido como el cultural literario, los blogs —pero no solamente los blogs, como veremos— vinieron para arañar grandes cuotas de audiencia a la crítica impresa en los ¿mass? media, hasta el punto de que el fenómeno ha dejado raquítico, temblando, a un sector tradicionalmente reservado a quienes de ello supieron hacer una profesión —peor o mejor— remunerada.

Recuerdo que cuando era muy joven pasaba mucho tiempo en librerías, intentando invertir de la mejor manera el poco dinero que llevaba encima. Miraba y consultaba tanto y durante tanto rato que tenía la sensación de que el librero pensaba que mi verdadero propósito era robar algún libro. Pero aunque así fuera, el problema era ¿cuál? ¿Para qué comprar, o robar, algo cuya lectura no iba a gustarme? En Rayuela me orientaron bien en varias ocasiones (“este de P. D. James es magnífico”, “¿has leído a Italo Calvino?”), y ocasionalmente me dejé llevar por reseñistas tradicionales (leí cosas de Alberto Vázquez Figueroa y de Ken Follet…, pero también gracias a ellos leí a edad muy temprana a Franz Kafka, a Albert Camus, a Simone de Beauvoir). Hasta que descubrí que había críticos tan buenos y/o tan reputados que sus artículos o reseñas o críticas se publicaban en formato libro y me aboné al género. El resto de la historia es irrelevante.

Hace dos semanas un editor me contaba que de cierto libro habían conseguido una “publicidad” a doble página en un renombrado suplemento cultural, reseñas favorables en varios periódicos importantes, entrevistas con el autor, etc. Es decir, el departamento de prensa había realizado una excelente labor “tradicional”. Sin embargo las ventas del libro en cuestión no marchaban como se había previsto. ¿Crisis? Seguro. Pero no sólo económica, también mediática. Del libro no se hablaba en blogs, ni en twitter, ni en facebook. Era invisible en la red. El lector potencial tenía dos únicas vías para conocer su existencia: los medios tradicionales, de pago, o la visita a librerías, en las que sí era bien visible gracias al poder de la marca y a las consabidas estrategias de distribución. (Entonces ¿no se leen esas reseñas periodísticas? Lo paradójico es que sí, pero cuando la editorial o el autor las escanean y las cuelgan en sus muros de facebook…) Pero ¿se trata de un buen libro (no voy a decir el título, por motivos obvios)? A mí no me va cierto tipo de literatura, pero reconozco que aquél pertenece a la especie que tiene tirón comercial. También sucede que hay demasiados libros, la mayoría inservibles, y destacar o llamar la atención en medio de esa montaña de títulos es muy difícil. Y otro problema es que, al parecer, estamos empezando a comprar en Amazon, por lo que están entrando en juego, además de la recomendación implícita en el Top XXX de ventas, las relaciones de unos libros con otros, las compras de lectores de gustos similares, las últimas búsquedas más populares…

En realidad se está discutiendo sobre el sexo de los ángeles, o descubriendo el fuego, o inventando la rueda, para el caso es lo mismo. En su imprescindible El telón, Milan Kundera dedica unas páginas al provincianismo cultural. Dice que

“las naciones pequeñas se muestran reticentes al gran contexto” porque “tienen la cultura mundial en alta estima, pero les parece ajena, como un cielo lejano, inaccesible, por encima de sus cabezas, una realidad ideal con la que su literatura nacional poco tiene que ver … Fijar la mirada más allá de la frontera patria, unirse a sus colegas en el territorio supranacional del arte, es considerado pretencioso, despreciativo para con los suyos. Y como las naciones pequeñas atraviesan con frecuencia situaciones en las que corre peligro su supervivencia, consiguen con facilidad presentar su actitud como moralmente justificada”, p. 52-53.

Precisamente es en ese “gran contexto” donde todo esto ha sido ya discutido y mascado y asumido hace tiempo. Porque esta problemática “nuestra” es eco tardío de la misma situación en un ámbito más universal que el suelo “patrio”: la “cultura mundial”. El domingo 31 de diciembre de 2010 The New York Times, considerado el mayor periódico del mundo, publicaba un megaartículo escrito a 12 manos con una introducción de los editores que se titulaba “Por qué es importante la crítica”. Ya en esa introducción se apuntaba directamente a la instantaneidad y la estridencia de las opiniones sobre literatura en la red, y se hacía referencia a los “me encanta”, “lo odio”, los abrazos, los acosos y derribos, las adulaciones, los ronquidos, los pulgares hacia arriba o hacia abajo. Se decía que a veces estas “conversaciones” eran divertidas, y que en ocasiones partían de una comprensión genuina frente a meras presunciones ideológicas. Y se preguntaba a seis espadas de la crítica norteamericana qué pensaban ellos de este asunto. No voy a traducir todo eso, pues con los derechos de reproducción del NYT no se juega, so pena de acabar enfangado en marrones, además de que sería una paliza que no estoy dispuesto a darme. Pero voy a extractar lo más importante —citar está mundialmente permitido— para que podamos comprender qué se piensa sobre esta revolución de la opinión literaria en el país con más lectores —y críticos— del mundo.

Una chica llamada Katie Roiphe, profesora en el Instituto de Periodismo de la Universidad de Nueva York, pondera las buenas maneras del crítico frente a —no lo dice ella tan claramente pero se lo complemento yo— la zafiedad de la opinión amateur en la red. Es decir: pide a los críticos que escriban bien y se dejen de jeremiadas y apocalipsis. Al fin y al cabo una crítica literaria son palabras sobre palabras, que flaco favor le hacen a la obra analizada —y al crítico— si está mal escrita. Pankaj Mishra, novelista, ensayista y crítico en The New York Review of Books, The New Yorker, The Guardian (de Londres), The London Review of Books (de cuya web me inspiré para el diseño de mi blog, y que ahora han puesto más chula), etc., para empezar no se considera crítico literario sino un tipo autodidacta que escribe sobre historias. Cree que los tiempos de la crítica clásica hace tiempo que murieron y menciona a Vargas Llosa como ejemplo de adaptación a un tipo de crítica que tiene en cuenta los movimientos sociales y políticos. Adam Kirsch, editor de The New Republic, crítico en Tablet Magazine, The New York Review of Books y The New Yorker distingue entre crítico literario y periodista —y enfatiza el término “literario”— e insiste en que el crítico se preocupe de escribir para la audiencia correcta, independientemente de su envergadura. Sam Anderson, crítico en el New York Magazine y ganador del National Book Critics Circle’s Balakian Citation por la excelencia de sus críticas, también insiste como Rophie en el asunto de escribir bien: “Como críticos, nuestra escritura es escritura sobre escritura. Respondemos a las metáforas del autor con contrametáforas, criticamos o elogiamos una historia contando una historia sobre ella”. Elif Bautman, periodista, escritora, ensayista y crítico en The New York Times Magazine, Harper’s Magazine y The London Review of Books, etc., se enfanga con los rusos, con Freud, con Proust, con Jameson y el marxismo, y termina diciendo que la “primera” novela, Don Quijote, fue una clara muestra de crítica negativa (por los puyazos cervantinos a los best-sellers de la época, las novelas de caballerías). Pero por encima de todas estas disquisiciones destacan las reflexiones de un tipo del que, cuando lo leí, me hice fan incondicional: Stephen J. Burn.

Stephen J. Burn es profesor asociado del Departamento de Inglés de la Northern Michigan University. Se doctoró en Durham en 2001 con un estudio sobre las “novelas enciclopédicas”. Ha escrito una guía de lectura de La broma infinita, de David Foster Wallace, un completo análisis de la obra de Jonathan Franzen (antes de que éste publicara Libertad) y unos ensayos sobre Richard Powers; además es el editor de Conversations with David Foster Wallace, libro de próxima aparición que recoge las 22 entrevistas más importantes que concedió el escritor.

Burn comienza hablando de la revisión del rol de la crítica en una época de cambios tecnológicos que han devenido cambios en el lector. “Un lector solitario, empollando una oscura novela contemporánea, o descifrando lentamente una página del Finnegans Wake, de repente no está tan solo” porque tiene “la posibilidad de encontrar un grupo de personas con ideas afines”, algo que le resultará beneficioso si la soledad le incomoda y ésta no es condición previa indispensable para una lectura productiva. (Ciertamente, Burn habla de su país.) Como he dicho en varias ocasiones, hasta ese momento crucial en el que el ruedo se ensanchó para dar cabida a todo aquel que tuviera voz propia y quisiera utilizarla —en el sentido que sea, positivo o negativo—, el lector no era para autores y críticos sino una entelequia acumulativa que les animaba o no a seguir en un su particular y cerrado mundo:

“Si en siglos anteriores el lector común fue para Johnson y Woolf al menos en parte una construcción retórica, alguien imaginario y sin especialización, para el crítico de este milenio la audiencia literaria no es ya un concepto tan impreciso. Mientras que [Alfred] Kazin podía decir en 1960 que ‘el público no sabe lo que quiere’, con la llegada de las reseñas en Amazon y otras webs de evaluaciones ese público es ya lo suficientemente ruidoso … Aunque las reseñas online varían inevitablemente en calidad y agudeza, su misma existencia impide pensar que no existe ahí fuera el interés general de un público comprometido que consume y piensa en obras literarias. Ahora el público se habla a sí mismo.”

Diletante, amateur, naif, vulgar, desinformada: sea como sea, la opinión literaria en la red ha desplazado un discurso unilateral y ensimismado que basaba sus prerrogativas en un cruce de favores multilateral y cuyo discurso cargado de tópicos ha acabado convirtiéndose en el hazmerreír de un público que ha cortado de raíz las ataduras históricas que lo unían a él.

“El crítico quizá no sepa quiénes son esos lectores, pero su existencia parece indiscutible; la cristalización del lector común ha cambiado de varios modos concretos la función de la crítica. La era de la evaluación, del crítico olímpico como árbitro cultural, ha pasado. Aunque sigue habiendo críticos, a menudo en destacadas publicaciones, a quienes les gusta emitir fallos dogmáticos y castigar a los escritores, sus esfuerzos nostálgicos son meros añadidos al ruido cultural. La opinión en una cultura distribuida es abundante y está disponible en exceso, y mientras que la autoconstrucción digital acelera la transformación del paisaje privado interior en una página de Facebook para el visto bueno del público, la personalidad se convierte en moneda devaluada.”

Es decir, poco importa quién emita la opinión, su bagaje profesional o la experiencia que tenga a sus espaldas. Cada vez más, al lector sólo le interesa saber si merece la pena leer un determinado libro o no. En nuestro país ese aglutinamiento de reseñas en Amazon no ha “cristalizado” aún, pero en su defecto pueden encontrarse algunos foros de discusión amateur con cierto éxito de visitas y algunos blogs populares cuyos administradores suplen su falta de experiencia literaria con un tono asertivo curiosamente vecino al de la crítica estándar.

“En materia de crítica mainstream es hora de dejar de oír a los críticos hablar de ellos mismos, hilando reseñas desde sus fascinantes memorias o usando el libro en cuestión más como una plataforma para promoverse a sí mismos y a sus asuntos. El crítico debería ser una figura oscura y marginal, y sospecho que la tendencia a personalizar en exceso las reseñas deriva del sentimiento compartido de que parte de su trabajo ha sido usurpado por el conjunto fangoso de opiniones disponibles en cualquier lugar a través de un portátil … [Pero] la pérdida de una crítica más centralizada y unívoca no es algo necesariamente malo. Seguramente la mayoría de los lectores (y puede que unos pocos autores) han leído reseñas escritas por críticos eminentes cuyo trabajo está sin duda envenenado por prejuicios personales … En mi corta carrera académica me ha sorprendido, por ejemplo, encontrar a profesores de Literatura Inglesa que han perdido el interés por la literatura a cambio de la búsqueda de poder institucional bajo la forma de puestos administrativos. Entretanto la desaparición —o mejor dicho, la redistribución— de la labor evaluativa diluye las normas de la crítica, lo que también posibilita que el crítico pueda abordar tareas más serias que reviertan en la cultura y provean de un esqueleto más fuerte al ámbito de la actividad literaria.”

Ha dejado de tener sentido la labor crítica cuya finalidad es evaluar libros, por no decir reseñarlos, ya que eso mismo es lo que están haciendo cientos de personas sin exigir nada a cambio, por mero entretenimiento o para no sentirse solos o simplemente para conseguir su cuota de gloria, para ser princesas por unos días.

Sin embargo no todo está perdido para el crítico profesional. Todavía está a tiempo de apartarse del ruido generado por Amazon, los foros, los blogs de reseñas y el mismo Facebook y diferenciarse centrándose en algo que Burn denomina vertical or horizontal mapping, es decir, trazados verticales u horizontales. Se trata de algo serio y complicado, francamente alejado de masturbaciones mentales estériles y de la política de la invectiva continuada tan cara para nuestros no lectores más activistas. A bote pronto ese mapping, ya sea vertical u horizontal, parece que llamaría poco la atención de la masa, y además tiene toda la pinta de que hay que currárselo. Por trazado vertical Burn se refiere a algo bastante más ambicioso que la antigua técnica de T. S. Elliot de conectar una obra determinada con un pequeño grupo de obras maestras dentro de su género; se trataría de ampliar el habitualmente estrecho marco de referencia genérico dentro del cual suelen clasificarse las novelas. Una muestra de cómo ensanchar esos límites sería, afirma, la obra de Steven Moore The Novel. An Alternative History. Por otro lado, el trazado horizontal podría consistir por ejemplo en analizar las fuentes ocultas que gobiernan las frases de cada novela, o en el establecimiento de un diálogo con las corrientes intelectuales de otras disciplinas que han informado o argumentado la obra a reseñar. Y en algunos casos ese horizontal mapping requerirá una investigación más profunda o una penetración subjetiva en lo que el novelista cree haber hecho. Termina siendo aún más claro: el crítico que aporte ideas en lugar de prejuicios obtendrá su recompensa (es de suponer que pasado un tiempo…); que los críticos suspiren por grandes audiencias es un índice claro de la insuficiencia de la tarea en sí misma (las reseñas); haciéndose a un lado de la industria de la opinión y profundizando en análisis imparciales, los críticos podrían cumplir con su función principal: dar a conocer las mejores obras que no siempre son visibles en las redes y mercados populares (mainstream).

Me encanta. Celebro todo lo que sea ensanchar el “mercado” hacia arriba y no engordarlo hacia los lados ni lastrarlo hacia abajo. Y si la “audiencia” desciende porque no se habla del último megafichaje editorial ni de la última novela del sempiterno dios del Olimpo ni se “critican” animosamente los productos de temporada —supuestamente perecederos—, mejor.

Stephen Burn, y también en cierto modo algunos de sus compañeros de tema en el periódico más grande del mundo, expresa de forma magistral cuál es mi opinión sobre el actual estado de la crítica versus el ruido de la red y cuál podría ser su deriva: se decanta por el grand style al que me aboné y sigo abonado desde hace dos décadas y que no aspiro a imitar sino a rendir tributo.

Si has llegado hasta aquí, Bernardo, te felicito y te lo agradezco. No he podido escribir menos ni más rápido.

30 comentarios:

blumm dijo...

He llegado hasta aquí, José Luis. Tienes que cambiar la tipografía, darle más volumen, agrandarla porque nos quedaremos ciegos de leerte.
Ciegos de leerte. Esa es la idea.
La verdad es que llevas una serie de post de alto nivel. Esto no es adulación. Es así. Y cuando algo es así se dice que es así y uno se queda así, tan pancho. Eres un puro scout editorial. Te ficharán, no lo dudes. Di que no, y sigue escribiendo, jajajaja.
Apuntamos a otro autor, a Burn. Y descansa. Pon los dedos en remojo.
Nos pones voz a muchos. A mí, y no lo escondo. Expresas y documentas muy bien las ideas que sobre la crítica tenemos.
Yo lo decía hace muchos años cuando leía en el Babelia libros de siempre, editoriales de siempre, autores de siempre. Así nunca se rotura el extenso campo para dar cabida a otros doscientos diecisiete "otros".
En fin, muchas gracias por lo que escribes y cómo lo das. Así.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Amores, eres un poco brasas.
El encuentro de blogs, un coñazo.
Pero vamos, a ver para que utilizas tu este blog y demás. Promoción de nueva editorial,Alpha Decay, prólogo por aqui, relaciones con autores por allá. Hay vida más allá de Foster Wallace, ese psicótico. Y menos impartir lecciones, Amores. En literatura o al parchís. Actitud. Un poquito de humildad.

José Luis Amores dijo...

Gracias, Bernardo. Pero las ideas son prestadas, aunque las suscribo. Es increíble que lo hayas leído entero. En un tweet de los del encuentro leía, creo que sobre Rafael Reig: "tío, no puedes escribir posts de 5 páginas". Y me preguntaba: ¿por qué narices no pude escribir Reig lo que le dé la gana? Para escribir en corto ya está Twitter. En fin, que gracias.

Anónimo, ¿también tú lo has leído entero? Te felicito. Como este espacio es sobre literatura y algo de economía, hablo en él de la literatura que considere oportuno, la publique quien la publique y la escriba quien la escriba (sé que hay vida más allá de DFW, hacia abajo). Y no imparto lecciones, quizá tú sí, ofreciendo orientaciones quizá interesadas de lo que debe o no debe ser o hacer o decirse en un blog, o por un blogger.

Anónimo dijo...

Yo también lo leí entero. Lo que no sé es si lo entendí. Me da la impresión de esa sugerencia sobre "lo horizontal y lo vertical" se parece al tipo de trabajo que se hace dentro de las academias, y no veo por qué hacer eso resolvería el problema de la profesión del crítico. Al contrario, si el problema es "llegar a la audiencia", semejante actividad tendría que estar muy bien hecha para no alejarla.

Pero bueno, es simplemente mi opinión.

José Luis Amores dijo...

Lo que vienen a decir estos es que la profesión del crítico está metida en problemas por empeñarse en no abandonar lo que otros están haciendo de manera venal y mucho más práctica. Se me olvidó hacer referencia a Goodreads, medio que complementa al grupo de recomendaciones populares que han "usurpado" las reseñas profesionales. A mí particularmente me gusta leer críticas profesionales de libros que ya he leído, o de los que aun sin haber leído no se limitan a inclinar el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Coetzee, Calasso y Gass, por poner sólo unos ejemplos, hacen esto un arte. Puedes leer a Calasso sin haber leído a Kafka y disfrutarlo igualmente. Y aciertas en eso de que "semejante actividad tendría que estar muy bien hecha para no alejarla" (a la audiencia). Es lo que dice Rophie sobre escribir bien. No se refiere, o no solamente, a la ortografía, la gramática y la sintaxis, sino al contenido, que en medios populares es parco y en todo caso binario (lee o no lee, es lo que pide el buscador de opiniones: déjate de ostias y dime si debo leer el libro o no), y que en la crítica profesional debería tener un objetivo más ambicioso y acorde con la formación y experiencia de quien escribe. Elaborando textos legibles, asumibles, emocionantes y con valor añadido, bien escritos, y que además le descubrieran al lector otras literaturas menos transitadas.

Tu opinión es muy buena.

Saludos.

Ire dijo...

Buena síntesis, pero creo que el error consiste en creer que se comparte público, y pienso que no es así. Un lector de blogs abandonará la lectura de una crítica académica a las tres líneas porque le resultará difícil seguir el hilo y un lector de críticas ojea las críticas-blog para pasar el rato, como una revista de cotilleo en la peluquería. No creo que haya ninguna franja de audiencia que arrebatarse una a otra.

Saludos

José Luis Amores dijo...

Sí y no. Por eso extracté todos esos puntos de vista. Por ejemplo el del tal Kirsch, quien “insiste en que el crítico se preocupe de escribir para la audiencia correcta, independientemente de su envergadura”. Es evidente que hay lectores de blogs a los que sólo les interesa el cotilleo y la guasa, son legión. Pero también los hay que buscan información, esos no comentan, pero vuelven una y otra vez, cada vez más. A veces se entremezclan. Es complicado conocer los números de ambas especies a ciencia cierta, y tampoco es un asunto tan crucial.

Ire dijo...

Por supuesto. Hay críticas-blog muy válidas, independientemente de cómo cuenten las cosas, y también hay que tener en cuenta que aquello de 'si no está en internet no existe' no es cierto. Bueno, a veces parece que sea un asunto de vida o muerte y está claro que no lo es.

Anónimo dijo...

Ire, creo que te equivocas. Muchos de los lectores comunes no son tan catetos como para no entender críticas "profesionales", al menos en su mayoría. Otra cosa es si sustentado en la excusa de "crítica profesional" escriben lo más tedioso y aburrido que puedas imaginar.

José Luis Amores dijo...

La literatura no es asunto de vida o muerte, Ire, y mucho menos que los libros se vendan o se sepa de ellos, pero a algunos les interesa el tema, por ejemplo a mí. Hoy por hoy, si un de un libro no se habla en Internet, puede "estar", pero no es "visible". El desplazamiento de presencia es claro e inevitable.

El lector "cateto" no lee crítica, ni divertida ni aburrida. Lo más cercano a una crítica que lee ese tipo de lector son los textos de las fajas promocionales. Entre ellos y el resto hay toda una fauna compleja de clasificar.

Ire dijo...

No he empleado el término 'cateto' porque no me refiero a este público, que no sé si lee o no. Me refiero a un determinado sector de lectores que dejan una crítica antes de acabar el primer párrafo porque les resulta 'aburrida' por tediosa y académica, según ellos, y optan por el chascarillo o la boutade porque se parten, sin pararse a pensar si tiene algún sentido lo que están leyendo o se basa en una síntesis mínimamente meditada.
Y claro que caemos en generalizaciones absurdas. La visibilidad de internet es necesaria, por supuesto, pero no es ni la única vía ni la más válida, como mínimo de momento. Ojalá cambie.

Saludos

Ire dijo...

rr, perdón, vibrante sorda.

Anónimo dijo...

Quienes leen blogs se aburren de la bobada y de la mala intención, añaden poco, igual que las reseñas normales que se repiten con este libro es genial, no te lo puedes perder, etc. Los dos tipos de comunicación intentan manipular al lector, satanizando a unos y vendiendo a otros.

Enhorabuena por el blog.

F.

José Luis Amores dijo...

Bueno, Ire, se irá viendo. Por ahora lo importante es que puedes leer cosas raras y compartirlas, ese no sentirse tan solo que menciona Burn. Creo que eso es lo más importante, independientemente de si el lector se aburre o no. Desde luego a mí es lo que más me gusta de todo esto, poder compartir experiencias de las que a duras penas puedes hablar en persona con alguien.

Gracias, anónimo de las 18:15.

Un saludo.

La Medicina de Tongoy dijo...

Exageras, JL. El post no es tan largo; los tienes peores (más largos, quiero decir).

Ya sabes que sólo estoy de acuerdo en parte. Nunca he entendido porqué no pueden convivir amigablemente varias formas de hacer "crítica" ni a santo de qué viene ese menosprecio de la una hacia otra y la otra hacia la una.

En cualquier caso lo más sano y mejor de todo este enfrentamiento es el enfrentamiento en sí mismo y las conclusiones que se extraen de él. Qué horror eso de estar todos de acuerdo, no?


Abrazo,

José Luis Amores dijo...

Pero yo no he dicho eso, Carlos. Me he limitado a poner de manifiesto una situación. Antes había crítica hecha por críticos profesionales, independientemente de su valía y de la forma en que consiguieron el púlpito de marras. Ahora, desde hace años, el campo se ha ampliado y al sector de la “opinión” (que no crítica) se han incorporado cientos de amateurs, más fácilmente legibles porque aparecen en espacios gratuitos y accesibles y porque se expresan en un lenguaje llano, popular. De ahí que haya dejado de tener sentido, para muchos críticos, su antiguo lanzar opiniones sobre “libros”, pues se añaden a un montón que crece tanto en número como en banalidad.

El menosprecio o desprecio es lógico. La crítica ha visto amenazada su posición en cuanto a cuota de audiencia, que no en lo que respecta a calidad (con matices). No hay que olvidar que este “mercado” es muy pequeño, y es comprensible que la crítica tradicional se sienta desconcertada por la proliferación de espontáneos que bajan al ruedo sin más capote que una chaqueta, que el público de siempre ahora lidie cualquier toro que se le ponga por delante.

La Medicina de Tongoy dijo...

Claro, pero es que es esa "supuesta" calidad de la crítica profesional es la razón por la que no acabo nunca de entender el desprecio.

Es un tema muy complejo para estas horas de la mañana y yo hoy me he levantado especialmente espeso. Lo que quiero decir es que cualquier lector sabe perfectamente el tipo de reseña que está leyendo. Un lector de novedades de El corte inglés, amante de Elviras Navarro y similares difícilmente dedicará una hora a leerse el texto de Moore que tradujiste hace nada. Es decir: no hay una amenaza real en ese sentido. Si de lo que se trata es de arañar "clientes" quizá habría que cambiar el lenguaje del discurso. Al fin y al cabo la gente la mitad de las veces lo único que quiere es pasar un buen rato leyendo sobre lo que más le gusta.

José Luis Amores dijo...

Porque se les roba la atención de sus clientes, sólo por eso. El fenómeno no es exclusivo de aquí, de ahí que me acordara de aquel grupo de artículos tan buenos del NYT y que los utilizara en el post. Está todo pensado y dicho, no hace falta inventar la rueda.

No estoy tan seguro de que la gente quiera eso que dices, si por pasar un buen rato te refieres a divertirse en el sentido español de la palabra. Sí de que hay gente pa’to, como decía Belmonte. A algunos o muchos les gusta el linchamiento público como forma de pasar el rato, otros, quizá menos, sólo buscan orientación positiva. Como alguien comentó más arriba, el lector no es tan “cateto”, puede comprar en un sitio popular como el que dices (a veces compro allí, pagas a los dos meses…) y leer lo que sea, complejo o facilón. El ejemplo de Elvira Navarro que pones no es adecuado, aunque no te guste lo que escribe. Sé que te refieres más a Dan Browns y similares.

Ire dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Carlos. No hay 'desprecio' como mínimo de la crítica académica hacia el resto. Más bien 'paranoia' de la crítica-blog hacia la académica. No comparten ni público ni propósitos. Es lo que intentaba explicarle a José Luis unos cuantos mensajes atrás.

Saludos

La Medicina de Tongoy dijo...

Perdón, no quería decir Elvira sino Julia. Un lapsus. Sí, iba por el estilo Dan Brown.

No, cuando digo "pasar un buen rato" no me refiero al linchamiento público sino a una lectura ligera, a no dedicar media hora al mismo texto y evitar aquellos demasiado "académicos" para el periódico del fin de semana.

Hola Ire. ;)


Me voy a tomar otro café.


Saludos,

José Luis Amores dijo...

Perdonad, salí a mandados laborales.

¿Cómo sabes lo de la paranoia, Ire?

Carlos, ¿qué son lecturas ligeras? ¿Cómo hay que hablar de una novela para que el lector no se aburra?

Ire dijo...

Bueno, José Luis, lo deduzco de tus palabras y del empeño generalizado en ofrecer una visión de la crítica académica como un peñazo, contraponiéndola a la crítica light o de entretenimiento, normalmente a cargo de algunos blogs. Son dos cosas diferentes que en el ámbito académico no se discuten y en el otro sí. Pero es una percepción personal, claro.

José Luis Amores dijo...

Pues no lo hubiera pensado. Quizá deba ser aún más explícito. A mí la crítica seria me gusta, de hecho es la única que leo, aparte de blogs de gente ingeniosa, algunos académicos, otros no. Para mí la opinión light sobre literatura es la reseña de pulgar arriba o abajo, el me gusta o no me gusta, el chascarrillo, el linchamiento, la alabanza infundamentada, ya la ejerzan bloggers, periodistas o académicos (aunque el amateurismo provoque más textos así, es evidente). Esos textos son muy aburridos.

Ire dijo...

Puede que tú concretamente no, pero no me dirás que no has visto nunca adjetivos como 'rancia', 'caduca', 'conservadora', etc. asociados a la crítica académica, cuando no veo que ningún crítico profesional - no que escriba en los suplementos- le haya dedicado ni una línea a alguien que se dedique a cargarse a algún clásico porque 'escribía mal', por ejemplo, por más que haga reír que alguien diga algo así.

No es una cuestión de amateurismo sino de criterio.

Saludos

Volianihil dijo...

Creo que aun existe lugar para todo tipo de críticas, y en algunos casos son complementarias. Es decir, a mí me gustan leer todo tipo de críticas, tanto las que definen y envuelven a la novela, que la encuadran, que la delimitan a la vez que expanden ciertos temas (historias, corrientes, modas, estilos, autores semejantes, etc.) como también me gustan las que tratan la crítica de forma más coloquial, personalista y algo masturbatoria. Tal vez sea porque soy un lector compulsivo, algo enfermizo, que se lee (casi) cualquier cosa (las críticas de amazon o de foros no, pero sí la de muchos blogs). A mi no me molesta que existan críticas de pulgares arriba, tiene que existir de todo. Como bien se indica, el problema es que la crítica "bloggera" o informal (que también existe en ciertas revistas) arrastre a toda la crítica, que baje el nivel, el listón y la capacidad, que reeduque a los lectores (esa minoría que se informa) en un sistema más pobre, autoreferencial, carente de perspectiva y que este se relaje hasta aceptar cualquier tipo de crítica. Al fin y al cabo nuestros cerebro se adapta con bastante facilidad a los nuevos medios y soportes. Por eso muchos no son capaces de leer textos largos, la inmediatez de internet ha desarrollado una incapacidad para concentrarse bastante preocupante. El problema parece ser que se van perdiendo los lectores, los demandantes, de buenas críticas, y por lo tanto ante esa baja demanda los "buenos" críticos pierden espacios si no se adaptan a "la nueva crítica". Es una cuestión de educación y de rutina: quién no ejercita su lectura acaba perdiendo músculo y exigiendo lecturas para menguantes.

Volianihil dijo...

La tecla ENTER, maldita sea.

José Luis Amores dijo...

Ire, sí hay casos de gente que lanza puyazos contra los críticos "rancios". Moore lo hace aquí: http://bolmangani.blogspot.com/2012/02/la-novela-de-la-novela.html, DFW se pone ciego con el academicismo en Hablemos de langostas, Stephen Vizinczey se "jarta" en Verdad y mentiras en la literatura, Coetzee es más educado en su Costas extrañas, Bolaño se infla como quien no quiere la cosa, Saul Bellow es directo en sus Cartas, qué te voy a decir de Jack Green: http://bolmangani.blogspot.com/2011/12/despidan-esos-desgraciados.html.

Con lo del zapping tienes razón, Volianihil, quién lee textos de cinco páginas dedicados a una crítica o a cualquier tema literario. A no ser que se vaya a degüello y el texto acabe siendo una parodia que se basa en otro como mero desahogo o lo que sea. Yo escribo textos imposiblemente largos, continuadamente, y me lo han dicho más de diez y de treinta veces, que fuera al grano. Pero es que el grano no me gusta, no sé si utilizar una metáfora sexual que le vendría de perlas al asunto. Sin embargo sigo escribiendo textos largos, cada vez más largos si el tema lo pide y tengo el tiempo necesario. Hay uno más atrás, del día 10/02/2012, que lleva miles de visitas y tiene más de 21.200 palabras, lo que me induce a pensar que cabría poner aquí novelas enteras, enciclopédicas, con tal de que fueran buenas, etc.

Gracias por comentar, y por darle a ENTER.

Ire dijo...

Pues eso, voces críticas y menos jabón. Menos Bolaño, que era un provocador y un poco snob.

Saludos

José Luis Amores dijo...

Claro, pero hay que decir por qué y decirlo bien. Ahí es donde la mayoría de los blogs fallan.

Ire dijo...

Pues estamos de acuerdo, José Luis. Pero la cosa está difícil si hay poca exigencia. C'est la vie.

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